En el corazón de la vibrante ciudad marroquí de Marrakech, la llegada de la primavera marca el inicio de una celebración llena de tradición: la destilación de las flores de azahar. Esta práctica ancestral, parte integrante del patrimonio nacional, sigue brillando en Marrakech, perpetuada de generación en generación en el seno de las familias.
Jaafar el-Kenousi, cofundador de la asociación Al Munya, subraya con razón el papel esencial de las mujeres en la preservación de estos rituales. Es gracias a ellos que estas celebraciones continúan, resaltando así la importancia de su patrimonio cultural.
Al Munya, una organización no gubernamental, se ha propuesto transformar esta tradición familiar en una celebración pública, cultural y festiva. Cada año, la manifestación, que se ha convertido en una cita ineludible en Marrakech, pone de relieve la flor del naranjo, auténtico emblema de la ciudad.
El agua de azahar, utilizada principalmente en repostería, en té de menta o durante ceremonias religiosas, ocupa un lugar central en la vida cotidiana de los habitantes de Marrakech.
La duodécima edición del festival Zahria, organizada este año, adquirió un carácter especial, llegando a un amplio público a través de talleres y eventos organizados en espacios públicos, incluidos los más jóvenes.
Hoy en día, este acontecimiento cultural atrae la atención de académicos, investigadores, farmacéuticos, perfumistas y comerciantes, creando así un verdadero revuelo en torno a esta tradición.
Para preservar este patrimonio inmaterial, Al Munya tiene previsto presentar una solicitud de reconocimiento de esta práctica a la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO). Una aproximación imprescindible para perpetuar en el tiempo esta tradición milenaria y ofrecerle el reconocimiento que merece.
En definitiva, la destilación de azahar en Marrakech no es sólo un ritual ancestral, sino también un arte de vivir, una oda a la cultura y tradición marroquí.