Fatshimétrie anuncia una noticia conmovedora: la afligida familia de Francine Ntumba y su hijo Sarive Mukeba ha confirmado que los funerales de las dos víctimas tendrán lugar este viernes 17 de mayo en Kinshasa. Sin embargo, más allá del anuncio de este acto fúnebre, se revela una triste realidad: la familia se siente abandonada e impotente ante los costos de salud y entierro de sus seres queridos.
El maestro Ramazani Shabani, abogado que representa a la familia, habló de la falta de apoyo financiero de las autoridades públicas y deploró que la familia deba solicitar ayuda para poder honrar dignamente la memoria de sus difuntos. De hecho, a pesar de las gestiones ante los Ministerios de Asuntos Sociales y del Interior, hasta ahora no se ha dado ninguna respuesta concreta.
El abogado señala esta responsabilidad que debe recaer en el Estado como garante del bienestar de sus ciudadanos. Destaca que las autoridades deberían haber previsto y actuado en consecuencia, en lugar de dejar que la familia sufra sola esta terrible experiencia. Esta situación pone de relieve las lagunas en el sistema de apoyo a las víctimas en la República Democrática del Congo y plantea interrogantes sobre la solidaridad y la compasión dentro de la sociedad.
Además, la familia expresa su indignación por la impunidad de los autores del crimen y la ausencia de justicia en este caso. Los familiares de las víctimas piden una verdadera implicación de las autoridades para identificar y procesar a los responsables de estos atroces actos. En un país donde persisten la violencia y la inseguridad, es fundamental que la población pueda contar con una justicia imparcial y efectiva para garantizar su protección y bienestar.
La historia de este trágico incidente también plantea interrogantes sobre las fallas del sistema de seguridad pública y la necesidad de fortalecer las medidas de prevención y represión para combatir la violencia y la impunidad. Es esencial que las autoridades tomen medidas concretas para garantizar la seguridad de los ciudadanos y garantizar que este tipo de tragedias no vuelvan a ocurrir.
En última instancia, el entierro de Francine Ntumba y su hijo Sarive Mukeba es mucho más que una simple ceremonia fúnebre: es el símbolo de una sociedad presa de la violencia y la injusticia, pero también es el llamamiento conmovedor de una familia afligida que exige verdad y reparación. Es hora de que se arroje luz sobre este asunto, de que los culpables sean llevados ante la justicia y de que la memoria de estas víctimas sea honrada con dignidad y respeto.