En el corazón del este de la República Democrática del Congo (RDC), donde persisten los conflictos entre las fuerzas armadas congoleñas y los rebeldes ruandeses del M23, la ONU hace sonar la alarma sobre la necesidad de instaurar un proceso político más amplio para abordar los problemas crisis humanitaria que azota la región.
En un frustrado discurso ante el Consejo de Seguridad de la ONU, Filippo Grandi, Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados, criticó duramente la indiferencia y la inacción de los Estados miembros ante el empeoramiento de la situación humanitaria y de seguridad, particularmente a lo largo de la frontera entre la República Democrática del Congo y Ruanda.
Citando un clima de caos global acentuado por la falta de coordinación dentro del Consejo de Seguridad, Grandi enfatizó la urgencia de un compromiso político más amplio para lograr una resolución duradera de la crisis. Recordó la iniciativa del presidente congoleño Tshisekedi de fortalecer la cooperación entre ACNUR y las autoridades ruandesas para superar los desafíos del desplazamiento forzado en la frontera, al tiempo que enfatizó que sin un marco político adecuado, el progreso humanitario corre el riesgo de verse obstaculizado y el apoyo a las víctimas comprometido.
La situación en la República Democrática del Congo está dividida por una violencia endémica que coloca al este del país entre los lugares más peligrosos del mundo, especialmente para las mujeres y los niños. Grandi, que conoce profundamente las complejidades étnicas y las cuestiones regionales, deploró el irrespeto de las zonas desplazadas por parte de los grupos armados, exponiendo así a civiles y trabajadores humanitarios a un peligro constante.
Desafiando la conciencia colectiva, Grandi se preguntó cómo es posible que se preste tan poca atención y acción a una región donde la explotación infantil está muy extendida, hasta el punto en que el abuso sexual se puede comprar con el precio de una simple bebida.
A pesar de este panorama alarmante, Grandi sigue convencido de que no es demasiado tarde para que el Consejo de Seguridad se movilice y aplique acciones concretas para resolver las crisis pendientes y ayudar a los millones de desplazados, respetando su voluntad y su dignidad.
El pasado mes de marzo, la ONU ya había dado la voz de alarma sobre la escalada del conflicto en la República Democrática del Congo, alertando de violencia de género, desplazamientos masivos y hambrunas que amenazan al país con una catástrofe inminente. Para poner fin a esta crisis humanitaria, es imperativo abordar las raíces del conflicto, incluida la explotación de los recursos naturales, las desigualdades de género y las deficiencias del desarrollo.
Ante este preocupante escenario, es imperativo que la comunidad internacional se movilice con urgencia y determinación para brindar soluciones duraderas a los conflictos que desgarran a la República Democrática del Congo y garantizar así un futuro más sereno para su maltrecha población.