**El legado del plomo persiste a pesar del cierre de minas en Zambia: un relato conmovedor de la continua contaminación de las ciudades de Zambia**
En una Zambia sacudida por el peso de su pasado minero, una sombra persistente se cierne sobre pueblos y comunidades. El plomo, el metal básico utilizado en la fabricación de baterías de automóviles, continúa contaminando las ciudades de Zambia años después del cierre de las minas. Esta cruda realidad está socavando los cimientos de una nación que alguna vez prosperó en la minería.
El reciente Memorando de Entendimiento (MoU) firmado entre Estados Unidos, Zambia y la República Democrática del Congo para el desarrollo de una cadena de valor regional en el sector de baterías para vehículos eléctricos parece ofrecer un rayo de esperanza. Sin embargo, resalta los marcados contrastes entre las aspiraciones de progreso y los desafíos duraderos del pasado minero.
La frenética búsqueda de minerales esenciales para la transición energética global ha provocado una explosión en la exploración y explotación de cobre, cobalto y manganeso en Zambia. Lamentablemente, estas actividades dejan profundas cicatrices en las comunidades locales, sin aportarles beneficios tangibles. Vusumuzi Sifile Sibanda, director ejecutivo de la ONG Panos Institute Southern Africa, con sede en Lusaka, destaca los efectos devastadores de estas prácticas mineras insostenibles en las personas y el medio ambiente.
A pesar de la existencia de políticas y regulaciones destinadas a garantizar una minería sostenible teniendo en cuenta la seguridad pública, la salud pública y la protección del medio ambiente, las brechas persistentes en el sector minero permiten a las empresas mineras abusar de las comunidades y degradar el medio ambiente. El aire y el agua están contaminados, la tierra se degrada, sumiendo a los habitantes de las zonas mineras en una situación de precariedad insoportable.
Zambia cuenta con marcos legales y políticos destinados a garantizar los derechos de propiedad de la tierra y la seguridad de su tenencia. Sin embargo, el impacto de la Ley de Desarrollo de Minas y Minerales, que prioriza la minería sobre todos los demás usos de la tierra cuando se descubren minerales, deja a las comunidades locales vulnerables a los desalojos y otras formas de abusos contra los derechos humanos por parte de los titulares de licencias mineras.
La provincia de Luapula, rica en recursos naturales y minerales, ilustra perfectamente los dilemas que enfrentan las poblaciones locales. A pesar de las promesas de inversiones mineras beneficiosas, más del 80% de la población de la provincia vive en la pobreza, según el Banco de Zambia. Las acusaciones de abusos contra los derechos humanos, desalojos ilegales y no compensados, trabajos forzosos y daños ambientales contra las empresas mineras de manganeso demuestran una situación preocupante.
La búsqueda de manganeso, esencial para la fabricación de baterías para vehículos eléctricos, choca con la cruel realidad de la marginación de las comunidades locales. Si bien se supone que los planes de refinación de manganeso brindarán oportunidades de empleo, la contaminación de arroyos y ríos por efluentes mineros está envenenando las vidas de los residentes que dependen de estos recursos para sus necesidades diarias de agua.
Zambia, que alguna vez estuvo orgullosa de su herencia minera, enfrenta un dilema desgarrador. Las empresas mineras continúan enriqueciéndose mientras las comunidades locales sufren en silencio, aplastadas por políticas inadecuadas y prácticas destructivas. Ha llegado el momento de repensar la gestión de los recursos minerales para poner fin a las injusticias y allanar el camino hacia un futuro más justo y sostenible para todos los zambianos.
En conclusión, Zambia debe reescribir su historia minera colocando el bienestar de sus poblaciones en el centro de sus prioridades. Las lecciones del pasado deben informar las decisiones presentes para construir un futuro en el que los recursos naturales se exploten de manera equitativa y sostenible, para el bien de todos.