En Kanyabayonga, en Kivu del Norte, la paz es un bien escaso y el terror se infiltra insidiosamente en la vida cotidiana de los residentes. El pasado lunes, dos niñas inocentes, de 12 y 13 años, fueron víctimas del horror causado por las bombas lanzadas por los rebeldes del M23. Estas mortíferas explosiones, auténticas explosiones de destrucción, sembraron el pánico y el dolor en el distrito de Mughola, provocando nuevas víctimas entre los civiles indefensos.
Lamentablemente, estos actos criminales no son aislados en la región. De hecho, desde hace una semana, una lluvia de bombas cae sobre Kanyabayonga, donde se libran enfrentamientos entre el ejército y los rebeldes del M23 por el control de una comuna estratégica. Las consecuencias de este conflicto son terribles, provocando muerte y desolación entre la ya debilitada población.
Es urgente condenar esas atrocidades en los términos más enérgicos posibles. Estos ataques dirigidos deliberadamente contra civiles inocentes, en particular niños, son inaceptables y demuestran una crueldad ilimitada por parte de los rebeldes del M23. Lanzar bombas en barrios residenciales es un ataque directo a la inocencia y a la vida misma.
Las consecuencias de estos ataques son devastadoras, tanto a nivel humano como a nivel social y político. Las familias de las víctimas están sumidas en el luto y la seguridad de los residentes está más amenazada que nunca. El ciclo de violencia sólo puede perpetuar la espiral de miedo y odio, generando una división inconmensurable entre las comunidades.
Es imperativo que la comunidad internacional, las organizaciones humanitarias y las autoridades locales unan fuerzas para poner fin a esta violencia sin sentido. La protección de los civiles, en particular de los niños, debe ser una máxima prioridad. Es hora de que la paz y la seguridad finalmente regresen a Kanyabayonga, para que sus residentes puedan vivir sin la amenaza constante de las bombas y el terror.
Para concluir, estos ataques bárbaros deben condenarse con la mayor energía. La vida de cada niño importa y cada bomba lanzada tiene como objetivo silenciar la inocencia y la alegría de vivir. Es hora de que se haga justicia, de que la paz prevalezca sobre la violencia y de que la luz ahuyente la oscuridad que asalta Kanyabayonga.