**La tragedia silenciosa: violencia sexual contra menores en los campos de desplazados de Bunia**
En el corazón del bullicio urbano de Bunia, un drama oscuro y a menudo ignorado se desarrolla discretamente en los campos de desplazados: la violencia sexual contra niñas menores. Dentro de estas comunidades precarias, cientos de niños se encuentran abandonados a su suerte, expuestos a la explotación y la violencia.
Entre estas jóvenes desplazadas, algunas vagan por las calles en busca de subsistencia, otras buscan refugio en obras de construcción abandonadas, que se han convertido en su desolado refugio. Es allí, en estos lugares de angustia, donde se desarrolla un escenario insoportable: abusos sexuales perpetrados por otros menores o por personas sin escrúpulos que explotan la vulnerabilidad de los más débiles a cambio de algunas ventajas.
Cada día, estas pequeñas niñas abandonan los campos para deambular por la ciudad, expuestas a los peligros más oscuros. Algunos pasan la noche en condiciones indignas, durmiendo en alcantarillas, ruinas o refugios improvisados, vulnerables a todas las formas de explotación.
El cuidado de estas niñas y adolescentes sigue siendo un gran desafío. Las autoridades luchan por garantizar su protección, dejando a estos niños abandonados a su suerte, expuestos a todo tipo de daños. Las consecuencias de este abandono se sienten de manera cruel: embarazos precoces, matrimonios forzados, traumas insondables.
Ante esta insoportable realidad, la sociedad civil hace sonar la alarma. Los defensores de los derechos del niño denuncian el abandono de estas jóvenes víctimas y piden al Estado congoleño que actúe urgentemente para protegerlas. Porque no son sólo estas niñas las que están en peligro, sino el futuro de toda una generación el que está en peligro.
John Ramazani, ferviente defensor de los derechos de los niños, advierte de las desastrosas consecuencias de este abandono colectivo. Estos niños abandonados hoy, sin apoyo ni protección, podrían ser víctimas de la delincuencia mañana, creando un círculo vicioso de violencia y desesperación.
Es urgente actuar. El Estado congoleño debe asumir sus responsabilidades y poner en marcha medidas concretas para proteger a estos niños vulnerables. Se necesitan apoyo, apoyo psicológico e iniciativas educativas para permitirles reconstruir sus vidas y recuperar la esperanza de un futuro mejor.
Juntos, rompiendo el silencio y actuando con determinación, podemos poner fin a esta tragedia silenciosa que golpea a los más débiles entre nosotros. Es hora de trabajar por un futuro más seguro y justo para todos los niños de Bunia.