Fatshimetrie, el medio de análisis y de información, destaca un debate que agita los círculos políticos: la cuestión de la necesidad de un dictador benévolo en África. Algunos argumentos sugieren que los países africanos no están preparados para la democracia y que, dada la supuesta incapacidad de esta última para fortalecer las instituciones y generar crecimiento económico, sería preferible optar por una forma de autocracia que garantice beneficios materiales. Esta oposición entre gobernanza inclusiva y gobernanza eficaz parece crear una falsa dicotomía.
Sin embargo, es importante enfatizar que la efectividad de un régimen está intrínsecamente ligada a su grado de inclusión, sujeto a las condiciones óptimas de un Estado relativamente cohesivo. Los datos empíricos de la encuesta Afrobarómetro de 2023 revelan tendencias interesantes: el 72% de los encuestados sudafricanos dicen que están dispuestos a renunciar a las elecciones a cambio de una mayor seguridad y bienestar material. Estas cifras también muestran que el 63% de los encuestados no se siente cercano a ningún partido político.
La evolución de estas actitudes está marcada por una caída significativa en el sentimiento de «partidismo» después de 2015, pasando del 37% en ese momento al 72% anteriormente. Esta disminución del compromiso político parece haber fomentado la voluntad de abandonar la democracia. Al mismo tiempo, cuestiones como la captura del Estado, la lentitud del procesamiento y la falta de inversión necesaria para un crecimiento económico sostenible han contribuido a debilitar el tejido institucional de los países estudiados.
Frente a estos desafíos, algunos ven a Ruanda como un ejemplo a seguir, destacando los resultados tangibles obtenidos bajo un régimen autoritario. Sin embargo, es fundamental comparar estos resultados con otras democracias africanas como Kenia y Zambia. Se pueden utilizar varias métricas para evaluar el éxito a largo plazo de un país, incluido el acceso a la electricidad rural, las tasas de desempleo y la evaluación de políticas e instituciones públicas.
Kenia se destaca por tener un mejor acceso a la electricidad en las zonas rurales en comparación con Ruanda y Zambia. Además, la tasa de desempleo en Kenia ha experimentado un aumento moderado en comparación con la de Ruanda y Zambia. En lo que respecta a la evaluación de políticas e instituciones públicas, Ruanda tiene puntuaciones más altas, aunque esto no es decisivo para garantizar un crecimiento económico sostenible.
Está claro que el debate entre democracia y autocracia en África es complejo y suscita reflexiones profundas. Las lecciones aprendidas de las experiencias de diferentes países deberían alentarnos a buscar un equilibrio entre la eficacia de la gobernanza y la legitimidad democrática para garantizar el bienestar de las poblaciones y el desarrollo sostenible en el continente.