Fatshimetrie presenta un relato desgarrador de la situación de los inmigrantes y las personas sin hogar en París, justo antes del inicio de los Juegos Olímpicos de 2024, cuando se presenciaron escenas desgarradoras cuando cientos de personas, algunas con mochilas y niños pequeños, fueron subidas a autobuses bajo una fuerte vigilancia policial. Esta evacuación masiva fue coordinada por las autoridades francesas, que decidieron trasladar a estas poblaciones a las afueras de la ciudad por tiempo indefinido, al menos hasta el final de los Juegos.
Los relatos individuales de los afectados por estas evacuaciones forzadas cuentan historias de incertidumbre y precariedad. Para algunos, como Nikki, una parisina sin hogar de 47 años, el sentimiento de inestabilidad es omnipresente. “Es como una partida de póquer. No sé adónde voy a ir ni cuánto tiempo me quedaré”, confiesa, expresando la consternación de muchos otros en su situación.
Esta operación de evacuación, motivada en parte por el deseo de presentar un rostro inmaculado de París a los ojos del mundo durante los Juegos, plantea cuestiones éticas y políticas cruciales. Abundan las críticas, que acusan a las autoridades de llevar a cabo una forma de “limpieza social” al trasladar a los más vulnerables a los márgenes de la sociedad. Grupos de activistas denuncian enérgicamente esta práctica, calificándola de inhumana y degradante.
Por un lado, los Juegos Olímpicos representan para Francia un momento de celebración deportiva y de influencia global. Sin embargo, por otro lado, el impacto en las poblaciones más desfavorecidas plantea preocupaciones legítimas sobre la priorización del prestigio nacional sobre la protección de los más vulnerables.
En el centro de esta crisis humanitaria está la cuestión de la acogida de los inmigrantes y las personas sin hogar en Francia. Los conmovedores testimonios de personas como Natacha Louise Gbetie, una migrante de Burkina Faso de 36 años, ponen de relieve la angustia y el rechazo que sienten quienes simplemente buscan un lugar seguro para reconstruir sus vidas.
Si bien las autoridades intentan justificar estas acciones afirmando que ofrecen soluciones de realojamiento, la realidad sobre el terreno sigue siendo preocupante. Las preocupaciones de los grupos activistas y de las personas afectadas siguen siendo legítimas, ya que el reasentamiento forzoso en condiciones inciertas no garantiza un futuro estable para estas poblaciones vulnerables.
En definitiva, el dilema entre el deseo de brillar ante el mundo durante los Juegos Olímpicos y la responsabilidad social hacia los más desfavorecidos sigue siendo un gran desafío para Francia. Más allá de las festividades deportivas, la verdadera medida de una nación es cómo cuida de sus ciudadanos más vulnerables, incluso cuando los focos del mundo están sobre ella.