En ocho estados africanos, la brutal realidad del calor extremo pesa mucho sobre los hombros de los niños. Malí, Níger, Senegal, Sudán y otros países se ven duramente afectados por olas de calor que superan los 35 grados centígrados durante más de la mitad del año. Una situación alarmante que pone en peligro la salud y el bienestar de estos jóvenes.
Según un análisis reciente de UNICEF, hasta 466 millones de niños, o uno de cada cinco, viven en regiones donde los días extremadamente calurosos están aumentando a un ritmo rápido. Al comparar los promedios de temperatura de la década de 1960 con los de las últimas décadas, quedó claro que la norma hoy son veranos particularmente abrasadores y opresivos. Este hecho pone de relieve las preocupantes consecuencias del cambio climático en la generación más joven.
Los datos revelan que en 16 países, los niños enfrentan más de un mes más días de calor extremo al año en comparación con hace seis décadas. En Sudán del Sur, por ejemplo, el número de esos días ha aumentado de 110 en la década de 1960 a 165 por año en la actualidad. En Paraguay, este aumento casi se duplicó, de 36 a 71 días por año.
África occidental y central está pagando un precio especialmente alto por esta ola de calor: 123 millones de niños (o el 39% de la población infantil regional) experimentan temperaturas superiores a 35 grados centígrados durante más de un tercio del año, es decir, al menos 95 días. Se reportan cifras alarmantes, como 212 días al año de calor extremo en Malí, 202 en Níger, 198 en Senegal y 195 en Sudán.
Los efectos devastadores de este calor opresivo se sienten tanto en la salud física como mental de los niños. El estrés por calor provocado por una exposición tan prolongada a temperaturas extremas provoca graves complicaciones en los jóvenes, especialmente en las mujeres embarazadas. Las enfermedades gestacionales crónicas, los riesgos para el desarrollo neurológico y mental, el aumento de la desnutrición y la mayor vulnerabilidad a las enfermedades infecciosas son consecuencias nocivas de esta candente realidad.
Además, los efectos de este calor extremo se sienten cada vez más en todos los aspectos de la vida diaria de los niños. Los desplazamientos de población, las interrupciones de los servicios esenciales y los riesgos alimentarios y hídricos, todos estos elementos se suman a una situación ya de por sí precaria. Las desigualdades socioeconómicas y geográficas exacerban las vulnerabilidades de los niños frente a este importante desafío.
Ante estos importantes desafíos, es urgente que los responsables políticos adopten medidas concretas para proteger a los niños de los efectos devastadores del calor extremo.. Las estrategias de adaptación al cambio climático, los programas de concientización y educación y las medidas inmediatas para garantizar la seguridad y el bienestar de los niños son esenciales para abordar esta crisis climática en constante escalada. La salud y el futuro de los niños no pueden esperar, es hora de actuar con decisión para salvaguardar su bienestar y garantizar un futuro seguro y saludable para las generaciones futuras.