Viudos y huérfanos de soldados en apuros en Camp Makuta, Maniema: un desgarrador grito de alarma

Viudos y huérfanos de soldados en apuros en Camp Makuta, Maniema: un desgarrador grito de alarma

En la provincia de Maniema, en el campo Makuta, resuena un grito desgarrador, el de las viudas y huérfanos de los soldados privados de su pensión desde hace casi un año. Su situación es crítica, su supervivencia incierta y sus esperanzas se han ido desmoronando a lo largo de los meses sin una solución. Casi trescientas almas vulnerables, enfrentadas a la miseria total, se enfrentan a condiciones de vida insoportables.

Estos viudos y huérfanos se encuentran al borde del olvido, abandonados por las autoridades militares locales que parecen impotentes ante su difícil situación. A pesar de sus múltiples intentos de obtener ayuda, llegaron a un punto muerto y se vieron sistemáticamente enviados de regreso a Kinshasa para encontrar una salida a su terrible experiencia. Inactivos, lanzaron un llamamiento desesperado a los oficiales del ejército a nivel nacional y al jefe de Estado para que finalmente se tuviera en cuenta su situación.

La miseria que aflige a estas familias afligidas va mucho más allá de la falta de comida y ropa. Privados de acceso a atención médica y enfrentados a la falta de escolarización de sus hijos, se encuentran en una espiral de angustia que se profundiza cada día más. La amenaza de verse obligados a abandonar el campo para unirse a una unidad en Punia pesa pesadamente sobre sus ya debilitados hombros.

A pesar de sus acercamientos a las autoridades locales, la esperanza de que su situación mejore está disminuyendo. Las vagas promesas y las respuestas evasivas recibidas en la asamblea provincial de Maniema no hacen más que aumentar su consternación. Los viudos y huérfanos de los militares apelan a la humanidad y la responsabilidad de quienes toman las decisiones, implorando una intervención urgente para poner fin a este impasse inhumano.

La autoridad militar local, contactada por los medios de comunicación, devuelve una vez más la responsabilidad de resolver este drama humano al Estado Mayor del ejército en Kinshasa, dejando a estas familias en un desorden total y en una incertidumbre insoportable.

Ante este grito de angustia que resuena en el Campamento Makuta, Maniema, es imperativo que finalmente se arroje luz sobre esta desesperada situación. Estos militares viudos y huérfanos merecen una respuesta concreta, una atención eficaz y un apoyo inquebrantable. Su supervivencia depende de la solidaridad y la acción inmediata de las autoridades competentes, para que estas voces olvidadas puedan finalmente recuperar la esperanza y la dignidad que les corresponden.

Su llamamiento no debe pasar desapercibido: es necesario actuar con urgencia.

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