Recientemente, la región fronteriza entre Israel y el Líbano ha sido escenario de una crisis humanitaria que afecta a muchos estudiantes y profesores. El cierre de la escuela regional Har VaGai en Dafna, a menos de dos millas de la frontera libanesa, tras el conflicto entre Israel y Hezbolá, obligó a más de mil estudiantes a abandonar su educación presencial. Ziv Zinger, un joven de 17 años, expresa su frustración por no poder regresar a su escuela original en Dafna. Los estudiantes han tenido que hacer malabarismos con el aprendizaje en línea y los viajes a otras instituciones durante el año escolar.
El conflicto israelí-libanés, exacerbado por la guerra en Gaza, ha tenido repercusiones devastadoras en las poblaciones de ambos lados de la frontera. Más de 16.000 estudiantes israelíes se vieron afectados por las evacuaciones, mientras que en el Líbano más de 70 escuelas tuvieron que cerrar sus puertas, afectando a casi 20.000 estudiantes. La crisis económica y el colapso del sistema educativo libanés ya habían sumido al país en una situación precaria incluso antes del inicio del conflicto.
Ante estos desafíos se han dado respuestas parciales, como el establecimiento de escuelas temporales y el uso de la educación a distancia. Sin embargo, persisten obstáculos importantes, como una mala conexión a Internet, la falta de dispositivos electrónicos en algunos hogares y la falta de formación de los docentes. Los niños están expuestos a los peligros de los bombardeos y ataques aéreos, que amenazan su seguridad y su derecho a la educación.
En esta situación crítica, la aparición de escuelas temporales como la que se está construyendo en Rosh Pina, en una fábrica rehabilitada, ofrece un rayo de esperanza para los estudiantes desplazados. Si bien estos establecimientos temporales brindan relativa seguridad, persisten el miedo y la incertidumbre sobre la continuación de la educación en este contexto de conflicto armado.
En última instancia, la crisis que afecta a las escuelas israelíes y libanesas pone de relieve la urgencia de garantizar el acceso a la educación para todos los niños, independientemente de las circunstancias. La educación es un derecho fundamental que no debe verse comprometido en tiempos de guerra. Es imperativo que las autoridades locales y la comunidad internacional se unan para proteger y apoyar a los estudiantes y docentes que enfrentan estos extraordinarios desafíos.