Turquía hizo recientemente una solicitud formal para unirse a la organización BRICS, con el objetivo de liberarse de su dependencia económica de la Unión Europea y Estados Unidos. Esta decisión marca un punto de inflexión en las relaciones internacionales, a medida que las tensiones entre Turquía y sus socios occidentales siguen creciendo.
Al buscar diversificar sus alianzas, Turquía muestra su deseo de redefinir su papel en la escena internacional. Si se acepta su petición, Ankara podría convertirse en el primer miembro de la OTAN en unirse al BRICS, grupo formado por Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica.
Los BRICS, una alianza económica en crecimiento, representan casi la mitad de la población mundial y una parte significativa del suministro mundial de petróleo. Con la llegada de nuevos miembros como Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos, Irán, Egipto y Etiopía, los BRICS refuerzan su posición como actor importante en el escenario internacional.
A pesar de sus diferencias y divergencias pasadas, los BRICS comparten una ambición común: liberarse del dominio del dólar y de las instituciones financieras internacionales tradicionales como el FMI y el Banco Mundial. Esta aspiración de independencia económica está en el centro de su enfoque y constituye un verdadero pegamento para esta alianza.
La apuesta de Turquía por unirse a los BRICS plantea importantes cuestiones sobre la evolución de la dinámica geopolítica global. En medio de una transformación, el orden internacional parece estar experimentando profundos trastornos, con el surgimiento de nuevas potencias y el cuestionamiento de viejos equilibrios.
Será interesante seguir de cerca la evolución de esta solicitud y las reacciones de otros miembros del BRICS. La próxima reunión prevista para finales de octubre será una oportunidad para discutir esta posible membresía y sus implicaciones para el futuro de esta alianza económica en expansión.