Mientras el rugido de las voces indignadas resuena en las calles de Marsella en septiembre de 2024, la ciudad se transforma en un teatro de protesta y unidad a favor de Gisèle Pelicot, una mujer que se ha convertido en el símbolo vivo de las víctimas de la violencia sexual y de la lucha. contra la sumisión química. Su historia, que salió a la luz durante el juicio de su exmarido y sus 50 presuntos cómplices, conmocionó profundamente a Francia y provocó conmoción en todo el país.
Gisèle Pelicot, antes conocida como Dominique Pelicot, exigió valientemente que se hiciera público el juicio, que comenzó el 2 de septiembre, para concienciar sobre el uso de drogas para cometer abusos. Su escalofriante testimonio revela que su exmarido la drogó durante años para violarla o para presenciar violaciones perpetradas por decenas de desconocidos reclutados online, mientras ella estaba inconsciente.
La gravedad de este asunto ha sacudido profundamente a la sociedad francesa, sobre todo porque muchos de los acusados parecen ser hombres corrientes que desempeñan trabajos cotidianos. Además, varios sospechosos siguen prófugos, lo que deja a la comunidad en shock y confronta la magnitud del problema de la violación y la cultura de silencio que lo rodea.
En las tranquilas calles de Marsella, las actividades de sensibilización se multiplican y adornan las paredes de la ciudad con mensajes que llaman a la indignación y a la conciencia colectiva. Bajo la atenta mirada de los manifestantes, una pancarta que reza «La vergüenza debe cambiar de bando» testimonia el grito de rebelión y determinación de Gisèle Pelicot, amplificado por sus abogados y el apoyo inquebrantable de miles de ciudadanos unidos.
En un estallido de solidaridad humana, la multitud canta al unísono en las calles de París: “Todos somos Gisèle”. Una declaración colectiva que resuena como un grito de guerra para apoyar a las víctimas, denunciar a los agresores y romper el muro de silencio que rodea los abusos.
La afluencia de manifestantes, procedentes de todas las regiones de Francia, demuestra la magnitud del movimiento de resistencia y apoyo a Gisèle Pelicot y a todas las víctimas de violencia sexual. Carteles blandidos en voz alta, lemas conmovedores y rostros decididos expresan un mensaje claro: ha llegado el momento de romper tabúes, denunciar a los agresores y garantizar justicia y seguridad para todos.
Así, a través de estas conmovedoras y esperanzadoras manifestaciones, toda Francia se levanta para decir no a la violación, para apoyar a las víctimas en su búsqueda de la verdad y para afirmar, con una sola voz, que la vergüenza debe cambiar de bando.