El desarrollo del artículo sobre la violencia política durante las elecciones en Nigeria es más que un simple análisis de los hechos, es una inmersión en el corazón de la democracia en peligro. La dramática situación en el período previo a las elecciones refleja una sociedad plagada de división, miedo e inestabilidad. En este contexto donde la violencia política se está intensificando, es imperativo dar un paso atrás para comprender los problemas profundos que amenazan la paz y la estabilidad de la nación.
Uno de los elementos determinantes de esta crisis política reside en la baja tasa de participación de los votantes en las urnas. Las causas de esta desafección son múltiples: votos invalidados, apatía política, distancias disuasorias entre los colegios electorales y los hogares, proceso electoral rígido y, finalmente, violencia política que aterroriza a los ciudadanos y los disuade de acudir a las urnas. Frente a estos desafíos, es imperativo comprender que la democracia sólo puede funcionar plenamente si cada voto cuenta, cada ciudadano es libre de expresar su voluntad y cada elección se lleva a cabo en un clima de paz y seguridad.
En el caso específico de las próximas elecciones para gobernador en el estado de Edo, las tensiones políticas están en su punto más alto. La intimidación, las amenazas y los ataques entre partidos políticos, particularmente el APC y el PPD, han alcanzado un nivel preocupante. Los políticos, lejos de defender ideales nobles, recurren a la violencia y la intimidación para afianzar su poder. Esta cultura de amenaza pone en duda los fundamentos de la democracia y amenaza la seguridad de los ciudadanos.
Es fundamental enfatizar que la democracia no puede considerarse un juego de poder donde la violencia es legítima. Las elecciones no deben verse como una guerra, sino como un proceso pacífico destinado a elegir líderes responsables y visionarios para el bien de la sociedad. La lucha política no debe resultar en actos de violencia, sino en un debate de ideas constructivo y respetuoso.
En este contexto crítico, es urgente que los actores políticos renuncien a la retórica de la violencia y entablen un diálogo constructivo. Es necesario fortalecer los esfuerzos de mediación, como los emprendidos por el Comité Nacional de Paz, para garantizar elecciones libres y justas. Es imperativo que los principales partidos políticos se comprometan a respetar las reglas del juego democrático y trabajar por la paz y la estabilidad.
Por último, es esencial que la sociedad civil, las organizaciones internacionales y la comunidad internacional permanezcan alerta ante la creciente violencia política en Nigeria. La democracia sólo puede florecer en un clima de paz, respeto a los derechos humanos y justicia.. Es hora de poner fin a la cultura de la violencia en la política y promover una cultura de diálogo, respeto y tolerancia para construir un futuro democrático y próspero para todos.