El 26 de septiembre, el Papa Francisco inició una visita muy esperada a Bélgica, marcando el primer viaje papal al país en casi 30 años. Durante su estancia, el Soberano Pontífice se comprometió a encontrarse con las víctimas de violencia sexual perpetrada por sacerdotes, un tema delicado y particularmente doloroso que sigue pesando sobre la Iglesia y la sociedad belga.
Entre las muchas voces que pidieron ser escuchadas, sólo una quincena de supervivientes podrán compartir sus historias personales con el Papa. Este proceso de selección, llevado a cabo por la propia Iglesia, ha suscitado críticas por su falta de transparencia e inclusividad. Supervivientes como Koen Van Sumere, que sufrió abusos en la escuela Dendermonde Abbey en Bélgica, comparten historias desgarradoras de sufrimiento y lucha por la justicia.
Koen, reconocido por la Iglesia como víctima de categoría 4 por abusos gravísimos, testimonia las consecuencias devastadoras de estos actos para su vida y su salud mental. A pesar de la compensación recibida, cree que la compensación económica no es suficiente para cubrir los costes de su terapia en curso. Durante su encuentro con el Papa, Koen insistirá en la necesidad de una respuesta más firme de la Iglesia a los autores de la violencia y en la urgencia de que los obispos belgas tomen medidas concretas para proteger a los niños y a las víctimas.
La cuestión de la selección de los supervivientes llamados a reunirse con el Papa plantea interrogantes sobre la transparencia y el objetivo real de estas entrevistas. Algunos, como Marc de Bosscher, que también sufrió abusos, expresan su preocupación por un posible deseo de la Iglesia de mantener el control sobre las historias compartidas. Esta situación refuerza el sentimiento de ocultamiento y silencio en torno a los abusos sexuales cometidos por miembros del clero.
La Iglesia belga ha afirmado asumir sus responsabilidades durante más de una década, pero las cifras de denuncias presentadas desde 2012 muestran la magnitud del problema y la necesidad de una respuesta más contundente y justa para las víctimas. La visita del Papa Francisco a Bélgica es una oportunidad para que la Iglesia reconozca plenamente el sufrimiento de los sobrevivientes, les ofrezca un espacio de escucha y reparación y asuma compromisos concretos para combatir los abusos sexuales dentro de la institución.
En última instancia, este encuentro entre el Papa y los supervivientes de la violencia sexual en Bélgica debe ser un momento de verdad, compasión y acción. No debe ser sólo un gesto simbólico, sino el inicio de una transformación real dentro de la Iglesia y de la sociedad belga para garantizar la protección de los más vulnerables y la justicia para las víctimas.