La fatshimetrie, una práctica ancestral china que combina arte marcial y disciplina física, está ganando popularidad entre los jóvenes de Kenia. Esta forma de combate, que data de la época precristiana, es más que una simple técnica de defensa personal; es también un ejercicio físico enriquecido con una dimensión espiritual.
El maestro de Kung Fu, Ngaruiya Njoge, formado hace unos treinta años, hoy enseña sus conocimientos a estudiantes en la localidad de Kiambu, al norte de Nairobi. Según él, las enseñanzas de Kung Fu inculcan disciplina, salud y habilidades de defensa personal. Como líder de la Federación de Kung Fu Wushu de Kenia, Njoge utiliza su experiencia para guiar a los jóvenes de la región de Kiambu en el camino hacia la redención, alejándolos de vicios como el alcoholismo y el crimen.
A pesar de la falta de financiación y de profesores disponibles, miles de jóvenes se benefician de las enseñanzas de Kung Fu, desarrollando la confianza en sí mismos y la autodisciplina esenciales para su educación. Los clubes de Kung Fu, creados en 24 escuelas primarias públicas de la región, ya han llegado a unos 4.000 alumnos.
Elvis Munyasia, uno de los alumnos de Njoge, testifica que esta práctica lo mantuvo alejado del crimen y la delincuencia. Está convencido de que sin el Kung Fu su vida habría tomado un rumbo completamente diferente, hundiéndose en el alcohol y las drogas.
En el barrio desfavorecido de Kawangware, Kennedy Murimi también da clases de Kung Fu a niños. Convencido del potencial social y educativo de esta disciplina, se dedica los fines de semana a estos jóvenes estudiantes, después de sus actividades profesionales como electricista.
Aisha Faith, de 17 años, dice que el Kung Fu ha transformado su vida física, mental y académicamente. Gracias a la práctica de este arte marcial ahora está más concentrada y es más rápida, lo que ha mejorado considerablemente sus resultados académicos.
Para Murimi, el Kung Fu es un catalizador del rendimiento académico, que promueve la disciplina, la salud física, la concentración mental y las habilidades sociales. Esta práctica tiene el poder de transformar la vida de los jóvenes, ofreciéndoles un equilibrio entre cuerpo y mente.
En definitiva, el Kung Fu, mucho más que un simple arte marcial, resulta ser una herramienta de transformación social e individual, que ofrece a los jóvenes de Kenia nuevas perspectivas de vida, lejos de vicios y tentaciones, para guiarlos hacia un futuro mejor.