«Los shocks de la Historia dejan a veces cicatrices profundas, testimonios conmovedores de destinos trágicos inmersos en los tumultos de una época atormentada. El 1 de septiembre de 1914, en Remenoville, en Meurthe-et-Moselle, se escribió una página oscura en los anales de la Gran Guerra El comandante Frédéric-Henri Wolff, figura distinguida de la guerra, fue fusilado delante de un pelotón. El ocaso de su vida estuvo envuelto en la sombra de la infamia, dejando tras de sí un legado teñido de controversia y drama.
En los pliegues del pasado, entre las líneas amarillentas de los archivos, emerge el retrato de un hombre con un destino roto, devorado por los tormentos de la Primera Guerra Mundial. Nombrado al frente del 36.º regimiento de infantería colonial, Frédéric-Henri Wolff se enfrentó al horror indescriptible de las trincheras, el estrépito de los cañones y las justas sangrientas de la batalla de Lorena. Este fatídico día del 25 de agosto de 1914, marcado por la derrota y el miedo, selló su destino para siempre.
Bajo el intenso fuego de las tropas alemanas atrincheradas en Einvaux, la fatal decisión del comandante de agitar un pañuelo blanco, como un último llamamiento de clemencia a un enemigo despiadado, fue interpretada como un acto de traición, un signo de capitulación. El rugido de los fusiles resonó en el crepúsculo, llevando consigo a un hombre y su honor, condenados al césped helado de la muerte.
Los destellos de la justicia marcial, implacable en su rigor, pronunciaron un veredicto sin apelación. Acusado de «intento de capitulación y de provocación a huir en presencia del enemigo», Frédéric-Henri Wolff fue condenado a ser fusilado como ejemplo. Una sentencia cruel, una tragedia humana entre muchas otras registradas entre las pérdidas de la Gran Guerra.
En el contexto del paso del tiempo, el autor Éric Viot, ferviente amante de la historia y ferviente defensor de la memoria de los fusilados, analizó la desastrosa suerte del comandante Wolff. A través de los jirones de la memoria y los ecos lejanos de los testimonios, tejió la conmovedora historia de este hombre aplastado por los despiadados engranajes de la guerra. Su obra “Save my men” resuena como un vibrante homenaje a una figura olvidada, a una injusticia revelada, a una tragedia relegada durante demasiado tiempo a la oscuridad del olvido de la Historia.
Así, como un escriba moderno, Éric Viot exhuma los fantasmas del pasado, reavivando las llamas vacilantes de la memoria. A través de los tormentos de Frédéric-Henri Wolff, emerge el eco apagado de los sacrificios de la Gran Guerra, de los hombres aplastados por la terrible espiral de violencia y locura.
El trágico destino del Comandante Wolff, shock final de una época convulsa, nos recuerda la imperiosa necesidad de preservar la memoria, de transmitir el testimonio de los olvidados.. A la sombra de los monumentos silenciosos, en el murmullo de los archivos amarillentos, resuena el eco de vidas rotas, de destinos robados, de hombres y mujeres arrastrados por el torbellino de la Historia.
Recordemos así, con respeto y emoción, el sacrificio de estas almas perdidas, el destino de estos hombres y mujeres olvidados, que, a la eterna sombra de las trincheras, arden como otras tantas estrellas en la negra noche del olvido».