En el corazón de la provincia de Maniema, no lejos de la ciudad de Kasongo, se levanta un establecimiento penitenciario cuyos muros, testigos del paso del tiempo, muestran las huellas de un persistente abandono. La prisión central de Kasongo, que ya sufre un deterioro alarmante, sufre hoy una cruel falta de recursos esenciales para garantizar condiciones de detención dignas que respeten los derechos fundamentales de los detenidos.
Los resultados recogidos por el diputado Victor Kikuni, enviado al lugar como parte de una misión de inspección conjunta, son sumamente preocupantes. Reclusos obligados a pasar la noche en el suelo, por falta de colchones o camas, mala higiene, flagrantes deficiencias nutricionales y médicas… La lista de carencias parece interminable y el llamamiento a la rehabilitación de este establecimiento penitenciario resuena como una emergencia humanitaria .
Pero más allá de la prisión central de Kasongo, todo un sistema penitenciario parece estar en peligro en la provincia de Maniema. Las autoridades penitenciarias admiten que otras prisiones locales se enfrentan a problemas similares, amplificando así el grito de alarma lanzado por el diputado Kikuni. Se vuelve imperativo tomar medidas rápidas y efectivas para remediar esta situación intolerable que socava la dignidad de los detenidos y compromete gravemente el cumplimiento de las normas internacionales sobre detención.
En una sociedad donde se supone que la cárcel es el lugar de reintegración y rehabilitación de las personas, es impensable tolerar condiciones tan inhumanas y degradantes. Ha llegado el momento de que las autoridades competentes, tanto a nivel provincial como nacional, adopten medidas concretas y se comprometan resueltamente con una reforma radical del sistema penitenciario en la República Democrática del Congo.
Es urgente devolver a la prisión su vocación primordial de justicia, rehabilitación y respeto a la dignidad humana. Los males que aquejan a los establecimientos penitenciarios de Maniema ya no pueden ignorarse ni tolerarse. Es hora de pasar de la observación a la acción, de lo contrario corremos el riesgo de comprometer irremediablemente los fundamentos mismos de nuestra sociedad y nuestra humanidad.