Los combates entre las Fuerzas Armadas de la República Democrática del Congo (FARDC) y los rebeldes del M23 en Kivu del Norte continúan asolando la región. Este martes 3 de diciembre, la violencia se intensificó en Hutwe, Mathembe y alrededor de Kaseghe, dejando a las poblaciones locales en una situación de miedo e incertidumbre.
Según testimonios de la sociedad civil in situ, los ataques rebeldes aumentan con el objetivo de conquistar más territorios en el extremo norte de la provincia. Los enfrentamientos se caracterizan por el uso de armas pesadas y ligeras, lo que ha sumido a las localidades de Mathembe, Hutwe y Kaseghe en un clima de terror.
El presidente de la sociedad civil de Lubero, Muhindo Tafuteni, expresa temores legítimos sobre la situación de seguridad. Pide al gobierno que intensifique las operaciones militares para proteger a la población civil y subraya que la diplomacia por sí sola no ha sido suficiente para resolver el conflicto.
En este clima de guerra, cientos de familias se vieron obligadas a huir de sus hogares en busca de refugio en zonas supuestamente seguras como Kitsombiro, Alimbongo y Kasingiri. Las historias de los desplazados son de desesperación: algunos logran encontrar refugio con familias de acogida mientras que otros deambulan sin refugio.
Los daños causados por los combates son considerables. En Alimbongo cayeron bombas que destruyeron viviendas y amenazaron la vida de civiles inocentes. El teniente Reagan Mbuyi, portavoz de las operaciones militares del Frente Norte, acusa al M23 de estos ataques indiscriminados, que ponen en peligro la vida de los residentes e incluso las estructuras médicas.
Ante esta escalada de violencia, es imperativo que se adopten medidas urgentes para proteger a las poblaciones civiles y poner fin a las atrocidades perpetradas por los grupos armados. La región de Kivu del Norte ya ha sufrido demasiado a causa de conflictos pasados; es hora de garantizar que prevalezcan la paz y la seguridad para permitir que los residentes vivan en paz en sus tierras.
Esta dramática situación exige una acción concertada por parte de la comunidad internacional, las autoridades congoleñas y los actores locales para poner fin a esta violencia, reconstruir las comunidades devastadas por la guerra y ofrecer un futuro más pacífico a las generaciones futuras. Sólo uniendo nuestros esfuerzos podremos esperar ver brillar la luz en medio de la oscuridad de la guerra que asola la región.