** El mecanismo nacional para monitorear el Acuerdo del Marco de Addis Abeba: un tributo se trasladó a las víctimas y un llamado a la reflexión **
El jueves 10 de abril, se llevó a cabo un evento significativo en la Facultad de Estrategias Avanzadas y Estudios de Defensa (CHESD) en Kinshasa: la proyección del documental «Carnage: Martirio de mujeres y niños al tomar Goma y Bukavu por el RDF/M23 (enero-marzo de 2025)», producido por el mecanismo nacional para seguir el acuerdo de marco de AddisABA (MNNS). Esta iniciativa no es solo un acto de memoria; También establece una mirada crítica a la violencia sufrida por las poblaciones durante los conflictos armados en el este de la República Democrática del Congo (RDC).
El profesor Ntumba Luaba, Coordinador de MNS, subrayó en su discurso de apertura la importancia de documentar estas tragedias mientras enfrenta a los participantes con el tema de lo indescriptible. Es cierto que las figuras y las historias por sí solas no pueden capturar el alcance del sufrimiento. En este contexto, surge la pregunta del impacto de tales documentales: ¿pueden realmente despertar un cambio positivo en la sociedad o permanecen limitados a un ejercicio de memoria sin consecuencias prácticas?
El Ministro de Cultura y Patrimonio, ELEB, destacó la necesidad de que la sociedad congoleña no olvide estos eventos traumáticos. Su discurso habló de una guerra considerada injusta que golpea a una gente ya probada. Al pasar, ha integrado la importancia de un deber de memoria, enfatizando que el olvido podría convertirse en un «enemigo silencioso de la justicia». Esta propuesta merece profundizarse: ¿cómo se puede transformar la memoria colectiva en una acción concreta para las víctimas, y qué mecanismos puede establecer la sociedad para garantizar que se haga justicia?
El documental en cuestión se presenta como una súplica de justicia, reparación y memoria colectiva. Los abusos sufridos por mujeres y niños, como señaló el Ministro, subrayan un problema más amplio de violencia sistémica que requiere una respuesta colectiva. Esto también plantea una reflexión importante sobre el papel de la enseñanza y la conciencia en los establecimientos educativos, en particular dentro de instituciones como el CHESD, responsable de capacitar a futuros líderes.
Además, la noción de resistencia mencionada por el ministro también merece un análisis matizado. La resiliencia de un pueblo ante la adversidad a menudo se celebra, pero ¿qué queremos decir precisamente por la resistencia? ¿Qué formas se toman en la vida diaria de los congoleños? ¿Es una presión externa que puede catalizar las acciones de respuesta, o es una educación interna de conciencia a través de la conciencia y el colectivo, que puede conducir a una transformación real?
Es innegable que las voces deben ser planteadas contra la violencia y la injusticia en la RDC. Sin embargo, estas discusiones deben estar acompañadas de medios concretos para responder a estos desafíos. El documental, por su ángulo de enfoque en los sufrimientos sufridos por las poblaciones, también plantea la cuestión del compromiso de las autoridades ante estos temas. ¿Qué políticas públicas deben implementarse para proteger a los más vulnerables y evitar tales atrocidades en el futuro?
Vivimos en un momento en que las cuentas de sufrimiento pueden aliarse con la tecnología para influir en la opinión pública. Es crucial que las plataformas que promueven estos testimonios van más allá de la simple narración para encarnar un patrimonio real que conlleva esperanzas y soluciones.
Por lo tanto, a través de la proyección de este documental, el MNS no solo ha rendido homenaje a las víctimas, sino que también ha abierto un espacio necesario para la reflexión. En un momento en que la RDC busca redefinir su futuro, es imperativo que todos, a su manera, participen en este proceso de memoria, justicia y desarrollo.
En conclusión, el tributo a las víctimas del asalto de Ruanda debe estar acompañado por un compromiso renovado de no dejar olvidar establecerse. La memoria es sin duda asunto de todos, pero también debe alimentar acciones concretas dirigidas a transformar estas tragedias en lecciones para un futuro pacífico. El desafío es inmenso, pero los pasos hacia adelante, incluso modestos, pueden rastrear el camino hacia la reconciliación sostenible y la justicia deseada.