La calma que habitualmente reinaba dentro de los muros de la prisión central de Makala se rompió abruptamente la noche del domingo 1 al lunes 2 de septiembre de 2024. Fuegos de armas pesadas y ligeras perturbaron la tranquilidad de esta importante institución penitenciaria de la República Democrática del Congo. Estos incesantes disparos fueron el grito de un “intento de fuga” que sumió la prisión en un caos preocupante.
Según los relatos de algunos detenidos, la situación era muy confusa en la prisión central de Makala. En la oscuridad de la noche, varios pabellones parecían abiertos y los prisioneros intentaban escapar, bajo una fuerte lluvia de balas. La urgencia de la situación era palpable y las fuerzas de seguridad se movilizaron para restablecer el orden y garantizar la seguridad del lugar. Se instó a la población de Kinshasa a no entrar en pánico, mientras el gobierno se preparaba para proporcionar más información sobre estos dramáticos acontecimientos.
En el centro de este intento de fuga hay un contexto más amplio. De hecho, el nuevo Ministro de Justicia y Guardián de los Sellos, Constant Mutamba, se ha propuesto desobstruir las prisiones del país, entre las que se encuentra Makala. Ya ha tomado medidas valientes, como la libertad condicional de más de 1.000 detenidos, y ha implementado iniciativas para mejorar las condiciones de detención. Sin embargo, a pesar de estos loables esfuerzos, persisten el hacinamiento y las condiciones precarias en las cárceles, lo que empuja a algunos presos a intentar escapar, arriesgando sus vidas.
La prisión central de Makala, símbolo de justicia y rehabilitación, se encuentra en el centro de una crisis que pone de relieve los desafíos del sistema penitenciario congoleño. Las autoridades tendrán que redoblar sus esfuerzos para garantizar la seguridad de los detenidos y evitar nuevos intentos de fuga. En un país que busca reformas y progreso, la cuestión de la justicia penal sigue siendo crucial, y la prisión de Makala es su escenario conmovedor y tumultuoso.