El noreste de Nigeria se enfrenta actualmente a una importante crisis humanitaria tras las devastadoras inundaciones que azotaron la región. La catástrofe fue consecuencia de unas lluvias torrenciales que provocaron el colapso de la presa de Alau, provocando dramáticas inundaciones que tuvieron consecuencias desastrosas para la población de Maiduguri.
Las cifras hablan por sí solas: más de 150.000 personas directamente afectadas sólo en la ciudad de Maiduguri, más de 30.000 viviendas dañadas o destruidas, infraestructuras vitales como escuelas, hospitales y mercados completamente sumergidas. La magnitud de los daños a las tierras agrícolas pone en peligro la seguridad alimentaria de la región, que ya se enfrenta a una grave crisis de hambre y desnutrición.
Más allá de las cifras, lo que se destaca es la mayor vulnerabilidad a los fenómenos meteorológicos extremos, exacerbada por el cambio climático y la falta de preparación. Está claro que la capacidad de respuesta sigue siendo la norma en la gestión de desastres en Nigeria, lo que a menudo deja a las comunidades indefensas ante las inundaciones anuales.
La movilización de las organizaciones humanitarias, por muy loable que fuera, se centró principalmente en la urgencia de la situación, ofreciendo socorro inmediato a las víctimas. Sin embargo, es crucial enfatizar que estos esfuerzos, si bien son necesarios, representan sólo una respuesta fragmentada a un problema sistémico más amplio.
Ha llegado el momento de que los gobiernos, a nivel federal y local, así como todas las partes interesadas, pasen de la reacción a la prevención. Es imperativo implementar políticas proactivas que anticipen y mitiguen posibles desastres, en lugar de simplemente reaccionar a posteriori.
De hecho, se ha vuelto esencial desarrollar un sistema sólido de alerta temprana para prevenir deslizamientos de tierra, inundaciones y otros desastres naturales. Este sistema debe estar respaldado por una infraestructura sólida, un monitoreo regular de las represas y planes de respuesta a desastres constantemente actualizados basados en experiencias pasadas.
La situación actual en Nigeria pone de relieve las brechas profundas y sistémicas que afectan nuestra capacidad de responder a los desastres naturales. Existe una necesidad urgente de pasar de un enfoque reactivo a un enfoque proactivo, centrado en el desarrollo sostenible, la reducción de la pobreza, la preservación del medio ambiente y el fortalecimiento de la infraestructura. La prevención debe convertirse en la piedra angular de nuestra acción colectiva para proteger a las poblaciones vulnerables y construir un futuro resiliente frente a los desafíos del cambio climático..
En conclusión, la crisis de las inundaciones en el noreste de Nigeria es un llamado a la acción para que los responsables políticos, las organizaciones humanitarias y la sociedad en general se unan en una planificación y acción concertadas destinadas a prevenir desastres naturales y proteger a las comunidades más expuestas. Evitar una respuesta rápida en favor de la prevención a largo plazo debe convertirse en la norma, no en la excepción, si queremos construir un futuro sostenible para todos.