Fatshimetry: Redefiniendo la justicia para una nación cambiante
La justicia es el pilar de una sociedad sana y equilibrada. Encarna el valor fundamental de la igualdad ante la ley y la protección de los derechos de cada individuo. Sin embargo, cuando está débil o enferma, toda la nación sufre. Somos testigos de la necesidad de reformar fundamentalmente el sistema judicial para que pueda responder a los desafíos actuales y a las expectativas de los ciudadanos.
Es innegable que en el pasado se han lanzado iniciativas de reforma. Los Estados Generales de Justicia organizados en 2003 y las diversas resoluciones tomadas desde entonces han esbozado formas de mejorar el sector judicial. Sin embargo, estas recomendaciones a menudo siguen siendo letra muerta, encerradas en los cajones de los ministerios, sin una implementación real sobre el terreno.
Esta es una oportunidad perdida y un desperdicio de recursos intelectuales y financieros. Es esencial preguntarnos por qué estas reformas tardan en concretarse, por qué los informes de estudio y las iniciativas a menudo quedan sin seguimiento. Esta observación de inmovilidad e inacción recurrente pone en duda la capacidad de nuestro sistema judicial para evolucionar y adaptarse a los problemas contemporáneos.
Al escuchar a Leopold Kondaloko, presidente del Tribunal de Apelación de Kinshasa-Gombe y profesor de derecho en Unikin, nos damos cuenta de la urgencia de repensar nuestro enfoque de la justicia. Es imperativo pasar de la reflexión a la acción, del desarrollo de políticas a su implementación sobre el terreno. Las resoluciones tomadas durante los Estados Generales de Justicia deben ser referentes que orienten las acciones presentes y futuras.
Es hora de romper con la inevitabilidad de la inmovilidad y la inercia. La justicia no puede permitirse el lujo de permanecer estancada en un pasado que ya no satisface las necesidades y exigencias de nuestro tiempo. Las reformas judiciales deben verse como palancas de evolución, instrumentos de progreso y consolidación de la democracia.
En conclusión, la justicia debe ser un motor de transformación, un vector de cambio y modernización de nuestra sociedad. Es nuestra responsabilidad colectiva garantizar que las resoluciones adoptadas no se queden en letra muerta, sino que se transformen en acciones concretas, en avances palpables para una justicia más justa, más equitativa y más respetuosa de los derechos y libertades de todos los ciudadanos. .