Cuando hablamos de la preocupante situación en la prisión central de Beni, situada en la región de Kivu Norte, en la República Democrática del Congo, surge una observación alarmante: desde principios de año, al menos 120 reclusos han perdido la vida en ella. establecimiento penitenciario. Estas cifras, reveladas durante un taller organizado por secciones de la MONUSCO, ponen de relieve una realidad dolorosa e inaceptable.
El director de la prisión, Tsongo Makelele, señala el hacinamiento carcelario como una de las principales causas de esta dramática situación. Con una capacidad inicial de 250 reclusos, la prisión de Beni se encuentra hoy con una población carcelaria que alcanza las 1.500 personas, provocando así condiciones de vida deplorables para los reclusos. Este hacinamiento endémico compromete gravemente la dignidad de los reclusos, exponiéndolos a mayores riesgos en términos de salud, seguridad y bienestar.
Para remediar esta crisis humanitaria, Tsongo Makelele recomienda descongestionar la prisión y pide la intervención urgente de las autoridades judiciales para acelerar la tramitación de los expedientes de los detenidos. También destaca la importancia de considerar medidas de libertad condicional para ciertos presos, con el fin de aliviar el hacinamiento carcelario y mejorar las condiciones de detención.
En este delicado contexto, la intervención de socios humanitarios como el UNFPA es de crucial importancia. Fiston Biatanga, jefe de la oficina del UNFPA en Beni-Butembo y Lubero, está comprometido a fortalecer la asistencia médica a los presos enfermos y mejorar la infraestructura sanitaria de la prisión. UNFPA, experto en el campo de la violencia de género y la salud sexual, brinda un apoyo esencial para garantizar una atención de calidad a los reclusos y prevenir riesgos para la salud.
En resumen, la prisión central de Beni representa un microcosmos de los principales desafíos que enfrenta el sistema penitenciario congoleño. Más allá de las alarmantes cifras de muertes, lo que está en juego es la dignidad humana y los derechos fundamentales de los detenidos. Es imperativo que las autoridades tomen medidas concretas para resolver esta crisis humanitaria y garantizar un trato digno y respetuoso para todos los presos. La solidaridad y la acción colectiva siguen siendo las mejores armas para luchar contra la injusticia y la inhumanidad que plagan los pasillos de la prisión de Beni.