A medida que 2024 llega a su fin, cifras trágicas revelan una realidad alarmante: el número de trabajadores humanitarios, sanitarios, repartidores y otros trabajadores humanitarios asesinados este año ha superado todos los récords anteriores. Según la Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios de las Naciones Unidas, 281 trabajadores humanitarios perdieron la vida en 2024, principalmente debido a la violencia en Oriente Medio.
Este año ha sido particularmente mortal para los trabajadores humanitarios, que arriesgan sus vidas para brindar ayuda y apoyo en zonas de conflicto como Gaza, Sudán, Líbano, Ucrania y otras partes del mundo. Jens Laerke, portavoz de OCHA, subrayó en una conferencia de prensa en Ginebra que estas cifras provocarían conmociones en la comunidad humanitaria, especialmente en el frente de respuesta.
Según la base de datos sobre seguridad de los trabajadores humanitarios, un proyecto financiado por Estados Unidos y dirigido por el grupo británico Humanitarian Outcomes, la mayoría de los trabajadores humanitarios asesinados eran personal nacional, mientras que sólo 13 eran personal internacional. Las cifras también revelaron que la región palestina ocupada registró la mayoría de las muertes, con más de 230 trabajadores humanitarios asesinados.
Más allá de Gaza, Laerke destacó que las amenazas a los trabajadores humanitarios se extienden a otras regiones plagadas de violencia, como Afganistán, la República Democrática del Congo, Sudán del Sur, Sudán, Ucrania, Yemen y otros lugares. Estas sombrías cifras resaltan los peligros que enfrentan quienes trabajan para ayudar a las poblaciones afectadas por conflictos.
Si bien los conflictos persisten en determinadas regiones, el número de muertos sigue aumentando. Desde que comenzó el último conflicto entre Israel y el grupo militante Hamás en octubre de 2023, más de 333 trabajadores humanitarios han perdido la vida en circunstancias trágicas. El número de muertos civiles en la Franja de Gaza supera ahora los 44.000, según las autoridades sanitarias locales, con una proporción alarmante de mujeres y niños entre las víctimas.
Estas pérdidas humanas son un reflejo desgarrador de la realidad cotidiana de los trabajadores humanitarios que arriesgan su propia seguridad para ayudar a quienes más lo necesitan. Su dedicación y valentía merecen un reconocimiento y apoyo continuos mientras siguen enfrentando desafíos aterradores para llevar un rayo de esperanza a las zonas de conflicto devastadas.