En 1976, en Sudáfrica, un hecho emblemático marcó la historia de la lucha contra el apartheid: la protesta estudiantil. Esta imagen histórica de la resistencia sudafricana ilustra la determinación de los jóvenes de enfrentarse a la injusticia y exigir sus derechos fundamentales.
La educación popular radical en Sudáfrica tiene una larga tradición, estrechamente vinculada a la lucha contra la opresión. Desde las escuelas nocturnas dirigidas por el Partido Comunista de Sudáfrica en las décadas de 1920 y 1930 hasta las iniciativas de educación obrera de los sindicatos y el movimiento de Educación Popular del Frente Democrático Unido en las décadas de 1970 y 1980, estos esfuerzos apuntaban a empoderar a los oprimidos a través del conocimiento crítico. . A pesar del advenimiento de la democracia liberal en 1994, las persistentes desigualdades sociales exigen una reinvención de esta tradición.
Las raíces de la educación popular radical en Sudáfrica se remontan al Partido Comunista de Sudáfrica en las décadas de 1920 y 1930. En una época en la que la mayoría de los sudafricanos negros se veían privados del acceso a la educación formal, el Partido Comunista operaba escuelas nocturnas en zonas urbanas, particularmente en comunidades mineras. Estas escuelas tenían como objetivo no sólo proporcionar alfabetización y aritmética básica, sino también desarrollar la conciencia de clase entre los trabajadores, ayudándolos a comprender su explotación bajo el capitalismo y su papel en la lucha más amplia por la liberación. Estas clases no eran organizaciones benéficas; eran parte de un proyecto político destinado a dotar a los trabajadores del conocimiento necesario para desafiar las estructuras del colonialismo y el apartheid.
En un país donde la educación formal fue diseñada para perpetuar la desigualdad, estas escuelas nocturnas sirvieron como espacios alternativos y clandestinos para la educación política. Sentaron las bases para el movimiento sindical y las movilizaciones masivas que seguirían en las décadas siguientes.
La tradición de educación popular radical también se expresó a través de iniciativas de educación laboral apoyadas por los sindicatos, particularmente en las décadas de 1970 y 1980. Esto fue particularmente evidente después de las huelgas de Durban de 1973. Estas huelgas, en las que participaron más de 100.000 trabajadores, llevaron al resurgimiento del movimiento sindical. movimiento laboral independiente y un nuevo énfasis en la importancia de educar a los trabajadores no sólo sobre sus derechos, sino también sobre las estructuras políticas. y aspectos económicos más amplios que configuran su explotación.
La Federación de Sindicatos Sudafricanos (Fosatu), formada en 1979, jugó un papel decisivo en el desarrollo de programas de educación de los trabajadores que enfatizaban la participación democrática y la autoorganización.. Fosatu consideraba que la educación era fundamental para construir sindicatos fuertes e independientes y promover una cultura de control de los trabajadores. Estos programas no descendieron de arriba; estaban arraigados en las experiencias de los trabajadores y diseñados para fortalecer su capacidad de liderar luchas en su lugar de trabajo y más allá. A través de grupos de estudio, talleres y círculos de lectura, los trabajadores desarrollaron una comprensión de cómo sus luchas se relacionaban con la batalla más amplia contra el apartheid y el capitalismo. La educación de los trabajadores continuó después de la formación del Congreso de Sindicatos Sudafricanos (Cosatu) en 1985.
Estos programas fueron diseñados para ser participativos y democráticos, con los trabajadores participando en la definición del plan de estudios y el establecimiento de la agenda para las discusiones. La educación se creó colectivamente, a partir de las experiencias de los propios trabajadores.
En la década de 1980, la idea de Educación Popular cobró importancia en la UDF. Se basó en el principio de que la educación debería orientarse hacia las necesidades y aspiraciones de la mayoría oprimida, en lugar de servir a los intereses de la clase dominante. Su objetivo era transformar las aulas en espacios para el compromiso político, donde los estudiantes pudieran examinar críticamente la sociedad en la que vivían e imaginar un futuro basado en la justicia, la igualdad y la libertad. Este enfoque también fue participativo, al animar a los estudiantes a cuestionar la autoridad y desarrollar su propia comprensión del mundo, en lugar de absorber pasivamente información de los libros de texto o de los profesores.
El movimiento de Educación Popular se expandió a centros comunitarios, iglesias y hogares, donde estudiantes, padres y activistas se reunían para discutir temas que iban desde las leyes del apartheid hasta la naturaleza de la explotación capitalista. En estos espacios, la educación se ha convertido en un proyecto colectivo, con conocimientos compartidos y desarrollados en diálogo entre sí. Al igual que las escuelas nocturnas del Partido Comunista de Sudáfrica, la Educación Popular no se trataba sólo de la transmisión de hechos; su objetivo era cultivar la conciencia crítica, permitiendo a los individuos convertirse en participantes activos en la lucha por la liberación.
Hoy en día, el sistema educativo todavía refleja en gran medida las desigualdades del pasado. Las escuelas públicas en comunidades pobres, predominantemente negras, carecen de recursos suficientes, mientras que las escuelas privadas y los establecimientos anteriormente exclusivos para blancos continúan brindando una educación significativamente mejor que aquellos que pueden pagarla..
Aunque las circunstancias han cambiado, los principios básicos de empoderar a los oprimidos a través del conocimiento crítico siguen siendo tan relevantes como siempre. La actual generación de jóvenes se enfrenta a una crisis económica y social marcada por un desempleo estructural masivo, una precariedad y una explotación que persisten. En este contexto, es imperativo reafirmar la importancia de la educación como herramienta de liberación, empoderamiento y transformación social.