¿Cómo están transformando los trabajadores informales el desarrollo socioeconómico en Kigali?

**Reinventar el desarrollo: valorar el potencial humano**

En un momento en que la tecnología está redefiniendo nuestras interacciones y modelos económicos, los sistemas de desarrollo están luchando por reconocer el potencial humano, particularmente en la dinámica de los trabajadores informales. Kigali, epicentro de esta reflexión, nos invita a considerar a estos actores a menudo desatendidos como catalizadores de la transformación socioeconómica. Con ejemplos inspiradores como Madagascar y M-PESA en Kenia, queda claro que la innovación surge de abajo hacia arriba, no de arriba hacia abajo. Al incorporar la empatía y reevaluar nuestros criterios de éxito, tenemos la oportunidad de reformular nuestros enfoques financieros, no sólo para fomentar la equidad sino también para impulsar ciclos de crecimiento sostenible. El verdadero desarrollo no se mide únicamente con datos cuantitativos, sino por la riqueza de las historias humanas y las soluciones arraigadas en las realidades locales. Al redefinir nuestra visión del potencial humano, estamos sentando las bases para un futuro más inclusivo y vibrante para África y más allá.
**Reinventar el desarrollo: redefinir la evaluación del potencial humano**

En un mundo donde la tecnología está redefiniendo las interacciones humanas y transformando los modelos de negocio, parece irónico que nuestros sistemas de desarrollo no identifiquen el potencial humano. Los acontecimientos actuales que colocan a Kigali en el centro de este debate nos ofrecen una oportunidad única para explorar no sólo la dinámica de los trabajadores informales, sino también las estructuras institucionales y los paradigmas que frenan la innovación y el crecimiento.

El contraste entre la complejidad de las redes de trabajadores informales en África y la rigidez de los modelos de riesgo tradicionales es sorprendente. Las bulliciosas calles del centro de Kigali, donde miles de mototaxis se desplazan hábilmente por el tráfico, ilustran un ecosistema económico vibrante y autoorganizado, a menudo ignorado por las grandes instituciones financieras. Estos trabajadores, lejos de ser actores marginales, constituyen un potencial desaprovechado que, si se reconoce y valora adecuadamente, podría catalizar una verdadera transformación socioeconómica.

### La banalidad de la exclusión: un anglicismo que persiste

Uno de los principales obstáculos para esta transformación es lo que podríamos llamar la “banalidad de la exclusión”. Los sistemas financieros actuales, basados ​​en criterios rígidos y datos cuantitativos, no tienen en cuenta la riqueza de las experiencias vividas de los individuos. Este enfoque es particularmente inadecuado en los contextos del Sur Global, donde la economía informal no sólo es dominante sino esencial para la supervivencia de millones de familias.

Tomemos como ejemplo Madagascar. Las comunidades locales han podido contrarrestar las prácticas de gestión de recursos que excluyen el conocimiento tradicional. Este modelo de gestión artesanal ha permitido a los residentes superar los desafíos estructurales a través de un conocimiento íntimo de su entorno. Al reevaluar los criterios de éxito, estas comunidades han demostrado que las soluciones innovadoras pueden surgir de abajo hacia arriba, no de arriba hacia abajo.

### Enseñar una sociedad colaborativa: de lo social a lo financiero

El aspecto innovador de M-PESA en Kenia ilustra cómo un servicio de transferencia de dinero se ha desarrollado no simplemente aplicando modelos bancarios tradicionales, sino escuchando las necesidades reales de la población. De hecho, en lugar de cuantificar el riesgo inherente, M-PESA ha puesto de relieve relaciones de confianza ya establecidas. El éxito de este modelo podría inspirar nuevas estrategias financieras, integrando la economía colaborativa que no sólo busca el lucro sino también la equidad y la sostenibilidad.

En este sentido, es imperativo pensar en una reinvención de las finanzas. Las remesas a África, aunque a menudo se consideran ayuda para el consumo, podrían redirigirse hacia inversiones locales, creando ciclos sostenibles de crecimiento económico.. Haciendo resonancia con la idea de “las remesas como desarrollo”, podríamos imaginar el uso de estos flujos financieros para apoyar iniciativas comunitarias como infraestructura ecológica o empresas sociales.

### La necesidad de empatía algorítmica

Paradójicamente, cuando buscamos aprovechar el potencial de la inteligencia artificial, debemos recordar que la tecnología debe servir a la humanidad, y no al revés. La empatía, un factor que a menudo se pasa por alto en los algoritmos de decisión modernos, debe integrarse en nuestras estructuras de desarrollo. Esto nos lleva nuevamente al caso de Ngorongoro en Tanzania, donde la integración del conocimiento local en el centro de las cuestiones de conservación reunió a la comunidad y las tecnologías modernas para lograr un objetivo común.

Es esencial establecer diálogos entre comunidades, tomadores de decisiones y tecnófilos. Todos deben colaborar para diseñar soluciones innovadoras, teniendo en cuenta las realidades humanas, sociales y culturales. Tenemos la responsabilidad moral de transformar nuestros sistemas de desarrollo para que sean inclusivos, respetuosos y, sobre todo, eficaces.

### Conclusión: de la intuición a la acción

Lo que consideramos obstáculos estructurantes, como la deuda o la falta de acceso al crédito para los trabajadores informales, son sólo opciones institucionales. Los verdaderos sabios del desarrollo son aquellos que, como las mototaxis de Kigali o los pescadores de Madagascar, transforman los desafíos en oportunidades.

En conclusión, la clave del desarrollo sostenible reside en esta capacidad de redefinir nuestra visión del potencial humano. En lugar de medir únicamente por la exclusión y el riesgo, debemos abrazar el ingenio, la innovación y la adaptabilidad. El futuro de nuestra sociedad no estará impulsado por la cantidad de líneas de código que desarrollemos, sino por la riqueza de las historias humanas que decidamos valorar. La responsabilidad del desarrollo no recae en nuestros recursos financieros, sino en nuestra imaginación. El futuro de África, y de todas las regiones del mundo, depende de nuestra capacidad colectiva para reinventar la forma en que percibimos y apoyamos el potencial humano en toda su diversidad.

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