El agua regresa a Kinshasa, pero el incumplimiento amenaza la estabilidad de los servicios públicos

En Kinshasa, el regreso del agua en abril parece anunciar una era de resiliencia, pero la realidad es mucho más matizada. Regidio, presa de una tasa alarmante del 40 %no remunerada, se enfrenta a un desafío importante: ¿cómo garantizar un servicio efectivo cuando la cultura de falta de pago se convierte en la norma? Las recientes inundaciones han destacado las vulnerabilidades de un modelo económico ya frágil, cuestionando la responsabilidad colectiva de los ciudadanos en esta dinámica. Más allá de la necesidad fundamental de agua, es un llamado a la conciencia de nuestro compromiso con los servicios públicos que resuena a través de las tuberías.
El regreso del agua a Kinshasa a principios de abril es una noticia que debería resonar como un himno de resiliencia en los oídos de los habitantes. Sin embargo, detrás de esta promesa de flujo regenerativo oculta una realidad compleja y un oscuro dilema que pocos se atreven a acercarse. El Regeso, la Oficina de Distribución de Agua, puede mostrar una satisfacción que se muestra con respecto a la reanudación de sus servicios, parece que un elemento crucial de la ecuación sigue siendo obstinadamente a la sombra: la cuestión de los impagos.

David Tshilumba, el director general del establecimiento, se abrió al micrófono de Radio Okapi, compartiendo una observación alarmante: el 40 % del agua producida no genera ninguna remuneración para la empresa. Una vio que escuchamos durante demasiado tiempo, pero que parece enfrentar una indiferencia persistente. ¿Quiénes son estos clientes que consumen sin pagar? ¿Por qué esta normalización de los ingeniosos en Kinshasa?

La situación es aún más paradójica cuando sabes que Regidio tuvo que enfrentar inundaciones traumáticas. Las lluvias torrenciales del 4 y 5 de abril no solo inundaron su infraestructura, sino que también revelaron la extrema vulnerabilidad y la insuficiencia de su modelo económico. Los camiones petroleros se desplegaron en la mayoría de los rincones de desastre de la ciudad son testigos de una capacidad de respuesta a Salud, por supuesto, pero son solo un aderezo en una herida abierta. Cuando el agua es rara, las poblaciones enfrentan la necesidad de llenar sus tanques, pero la regularidad de estos suministros precarios puede no ser suficiente.

La paradoja es doble: por un lado, tenemos las promesas de recuperación y servicio público, por otro, la brutal realidad de un servicio que siempre parece estar capacitado. Las palabras de Tshilumba luego resuenan como un grito de desesperación velada. Mientras que el agua fluye con olas, las facturas permanecen bloqueadas en cajones invisibles, dando la bienvenida a no remunerada como un hábito, como una vida diaria que todos parecen aceptar.

Lejos de detenerse allí, este fenómeno también plantea preguntas más amplias sobre la cultura de consumo en Kinshasa. En un país donde la corrupción parece ser una constante, donde el estado a menudo no ha podido mantener sus servicios básicos, ¿cuál es la responsabilidad de los usuarios en este ciclo? ¿No deberíamos todos pensar en nuestras acciones como ciudadanos? Cuando el servicio público se vacila, tendemos a olvidar que su supervivencia también depende de nuestro compromiso.

La idea de que los usuarios de agua potable deberían desempeñar un papel activo y proactivo en la sostenibilidad de sus servicios puede parecer revolucionario, pero ¿es realmente el caso? Más allá de las promesas de Regidio, es un llamado a la responsabilidad colectiva que toma forma. Si bien el proveedor de agua está tratando de enderezar, al movilizar recursos para restaurar el acceso al agua potable, ha planteado la hipótesis de que la colaboración está en el corazón de la solución.

Sin embargo, mientras la ciudad está luchando contra inundaciones y problemas de salud pública relacionados con el acceso al agua, las verdaderas luchas se juegan detrás de escena, donde el agua ya no es solo una necesidad fundamental, sino un problema económico y cultural. Si bien celebramos este retorno a la normalidad tan preciosa, no olvidemos que detrás del grifo fluido, existe una realidad difícil, una dinámica de poder y responsabilidad que requiere nuestra atención. Por lo tanto, la pregunta no es solo la del agua, sino también la de compromiso colectivo, en Kinshasa, como en otros lugares. Y como tal, cada uno de nosotros tiene un papel que desempeñar.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *