2024 será recordado como el año en el que la política congoleña vivió una gran agitación, entre decepciones y esperanzas. La publicación de la lista final de los diputados nacionales electos creó una verdadera tormenta en la escena política, socavando alianzas que alguna vez fueron sólidas y revelando profundas fisuras dentro de ciertos grupos.
La AFDC/A de Modeste Bahati, aunque un actor importante, fue uno de los mayores perdedores con la pérdida de seis escaños, a pesar de la presencia de su hijo en la oficina de edad. Esta debacle dejó un sabor amargo y puso de relieve las fragilidades de las lealtades políticas en un entorno en constante cambio.
Por su parte, el BUREC de Julien Paluku también se vio sacudido, perdiendo y ganando escaños tras las correcciones introducidas en las listas electorales. Mientras tanto, la UDPS, el partido presidencial, hizo bien en acoger a nuevos diputados tras las sentencias del Tribunal Constitucional.
Sin embargo, esta redistribución de las cartas no marca en modo alguno el final de la historia. Los diputados despedidos no tienen intención de rendirse y pretenden hacer valer sus derechos impugnando las decisiones del Tribunal. Por tanto, se avecina una batalla legal que deja un cierto clima de incertidumbre sobre el futuro político de estos cargos electos derrocados.
En este contexto turbulento, la competencia por puestos dentro del futuro gobierno se está intensificando, dejando poco espacio para los ex diputados que buscan reciclarse. La lealtad política ahora parece medirse por el peso político real que cada actor es capaz de demostrar, más allá de simples afinidades partidistas.
Así, a medida que comienza la primera legislatura del último mandato de Félix Tshisekedi, muchos actores políticos se encuentran en el hemiciclo, buscando desesperadamente una salida en un panorama político en constante cambio. La lucha por el poder y la representación apenas ha comenzado, y sólo los más capacitados podrán navegar en este complejo y despiadado juego de la política congoleña.