La vibrante historia de la lucha por la libertad en Tbilisi, Georgia, resuena como una sinfonía de coraje y determinación. Cada noche, Tsotne Jafaridze y miles de ciudadanos se reúnen frente al Parlamento, enfrentando gases lacrimógenos y cañones de agua de la policía, en una protesta contra un proyecto de ley que podría socavar las aspiraciones europeas del país y alejarlo aún más de su órbita del Kremlin.
Este movimiento de protesta tiene como objetivo contrarrestar la llamada ley de “agentes extranjeros”, una réplica de las implementadas por el presidente ruso Vladimir Putin para silenciar cualquier forma de disidencia. Este proyecto de ley requeriría que las agencias de Georgia que reciban más del 20 por ciento de sus fondos del extranjero se registren como «agentes extranjeros» o enfrentarían severas sanciones financieras.
Para Jafaridze, empresario y propietario de una agencia de viajes que depende en un 95% de fuentes extranjeras, esta ley sería una condena directa. Sin embargo, el verdadero objetivo de esta legislación parece ser los medios de comunicación independientes y la sociedad civil de Georgia, antes de las elecciones de octubre, en las que el partido gobernante Sueño Georgiano intentará retener el poder a pesar de la caída de su popularidad.
Las protestas han sido escenario de una violencia policial cada vez más brutal, como el ataque al presidente del partido opositor Movimiento Nacional Unido, Levan Khabeishvili, cuyo rostro magullado provocó indignación. Las manifestaciones reúnen a personas de todos los orígenes, unidas en su demanda de respeto a la democracia y los derechos fundamentales.
El gobierno georgiano tuvo que dar marcha atrás el año anterior ante una intensa movilización ciudadana. Luego, la Unión Europea concedió a Georgia el estatus de candidato, como recompensa por el apego del pueblo georgiano a Europa. Sin embargo, el controvertido proyecto de ley ha resurgido, desafiando a los manifestantes decididos a defender sus valores europeos.
A pesar del aumento de la represión, los manifestantes siguen siendo intrépidos. La brutal respuesta policial ha provocado protestas internacionales y sirve como recordatorio de la necesidad de proteger la libertad de expresión y los derechos democráticos básicos. En estos tiempos tumultuosos, donde la esperanza se encuentra con la opresión, Georgia se erige como un faro de resiliencia y ofrece al mundo un ejemplo de lucha por la democracia y la libertad.