La devastación de los atentados con bombas en el este del Congo

FATSHIMETRÍA

Familias desconsoladas lloran a las víctimas de los ataques con bombas en un campo de desplazados en el este del Congo. Las explosiones en los campos de Mugunga y Lac Vert dejaron 18 muertos y 32 heridos. La naturaleza de los explosivos utilizados sigue siendo incierta, pero la mayoría de las víctimas fueron mujeres y niños.

Un testigo ocular, Alimeti Kigiho, superviviente del ataque, había llegado en febrero a buscar refugio en el campo de desplazados de Mugunga para huir de la guerra ancestral en el este del Congo, pero fue sacudido por explosiones mientras iba a buscar agua. Regresó corriendo a su tienda y encontró los cuerpos destrozados de su esposa y sus dos hijos pequeños de 6 y 2 años. “La guerra me quitó todo”, dijo Kigiho, de 45 años, a Associated Press.

Las fuerzas armadas congoleñas y un grupo rebelde conocido como M23 se han acusado mutuamente de estar detrás de los ataques. El Movimiento 23 de Marzo, o M23, es un grupo militar rebelde compuesto principalmente por tutsis que se separó del ejército congoleño hace 12 años.

El prolongado conflicto en el este del Congo ha generado una de las peores crisis humanitarias del mundo, con más de 100 grupos armados luchando en la región, la mayoría por el control de tierras y minas de minerales preciosos.

El presidente congoleño, Félix Tshisekedi, acusa a la vecina Ruanda de desestabilizar el Congo al apoyar a los rebeldes del M23. Expertos de las Naciones Unidas, así como el Departamento de Estado de Estados Unidos, también acusaron a Ruanda de apoyar a los rebeldes. Ruanda niega estas acusaciones.

Algunos de los asistentes a la ceremonia de duelo criticaron al presidente Tshisekedi, así como a la comunidad internacional, por no haber logrado poner fin al prolongado conflicto. «Si no puede poner fin a esta guerra, debería dimitir», dijo a Associated Press Bienfait Bonane, un joven de Goma.

La violencia ha desplazado a alrededor de 7 millones de personas, incluidos miles que viven en campamentos temporales como los atacados la semana pasada. Muchos otros están fuera del alcance de la ayuda humanitaria.

Los ataques han empujado a algunos residentes del campo a considerar regresar a sus hogares, a pesar de los peligros que inicialmente los obligaron a huir. El sufrimiento y el luto son ahora compañeros constantes de estas familias desplazadas, en una región donde la paz y la estabilidad parecen lejanas.

El horror de las bombas destrozó vidas y familias enteras, dejando tras de sí un paisaje de dolor y miedo. En esta maraña de conflictos y sufrimiento interminable, la esperanza de un futuro mejor sigue siendo frágil e incierta para los habitantes del este del Congo.

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