**Hacinamiento en la prisión central de Kenge: un grito de alarma por la dignidad humana**
En el corazón de la provincia de Bandundu, la prisión central de Kenge se ha convertido en el escenario de una tragedia humana que desafía nuestra conciencia colectiva. Con cuatro muertes ocurridas en el transcurso de una semana, las autoridades oficiales y miembros de la sociedad civil están planteando preguntas cruciales sobre las condiciones de detención y la gestión inadecuada de este centro penitenciario.
Las cifras son alarmantes: la prisión de Kenge, diseñada para albergar a cincuenta presos, cuenta actualmente con 268 reclusos, la gran mayoría de los cuales aún no han sido juzgados. Esta superpoblación exponencial crea una congestión inhumana que afecta la dignidad y la salud de los presos. El vicepresidente del marco de consulta de la sociedad civil de la provincia de Kwango, Symphorien Kwengo, hace sonar la alarma al poner de relieve las condiciones deplorables en las que estos hombres y mujeres cumplen sus condenas, a menudo sin haber sido juzgados.
Symphorien Kwengo no sólo señala disfunciones, sino que ofrece soluciones concretas. Pide al gobierno congoleño que alivie la congestión en la prisión trasladando a algunos de los reclusos a establecimientos más espaciosos. Además, pide asistencia alimentaria y médica inmediata para mejorar las condiciones de vida de los presos y evitar nuevas pérdidas trágicas.
Se lanza el llamado, pero las respuestas tardan en llegar. El ministro provincial de derechos humanos de Kwango, Adelard Nkisi, reconoce la gravedad de la situación pero lamenta también los retrasos administrativos y la falta de recursos asignados a la prisión de Kenge. El impago de los subsidios alimentarios durante más de cuatro meses agrava la precariedad de los presos, exponiéndolos a mayores riesgos para su salud.
Ya es hora de que la sociedad congoleña se movilice para garantizar el respeto de los derechos fundamentales de los presos y hacer de la prisión un lugar de rehabilitación y no de sufrimiento. Las muertes en Kenge nos recuerdan la urgencia de actuar por una justicia justa y una detención digna. No se trata sólo de números, sino de vidas humanas en peligro, destinos destrozados por un sistema penitenciario fallido. ¿Seremos capaces de afrontar este desafío y dar esperanza a las 268 almas confinadas a la sombra de la superpoblación carcelaria? La respuesta está en nuestra capacidad de actuar, juntos, por una sociedad más justa que respete la dignidad de todos.