En estos tiempos difíciles, las noticias internacionales siguen recordándonos la cruel realidad que enfrentan muchas poblaciones. Entre ellos, los refugiados sudaneses se han visto particularmente afectados por la violencia etnopolítica, lo que ha provocado una afluencia masiva de personas que huyen de su país en busca de seguridad.
En Chad, país vecino de Sudán, se han creado numerosos campos de refugiados para acoger a estas personas en dificultades. Uno de estos campos, situado en Adre, está poblado actualmente por miles de sudaneses que han tenido que abandonarlo todo para escapar de la violencia que azota a su país.
Entre estos refugiados se encuentra Mariam Adam Yaya, una mujer de 34 años, miembro de la etnia masalit. Cruzó la frontera a pie, con su hijo de ocho años aferrado a su espalda, tras una agotadora caminata de cuatro días sin provisiones.
Mariam es testigo de brutales ataques por parte de hombres fuertemente armados en su aldea, lo que la obliga a huir, dejando atrás a siete de sus hijos. La violencia que presenció ha suscitado temores de manipulación y limpieza étnica en esta región de Darfur occidental.
Desde el 15 de abril, Sudán está sumido en una guerra civil entre el general Abdel Fattah al-Burhan, jefe del ejército sudanés, y Mohamed Hamdan Daglo, su ex adjunto y comandante de las Fuerzas de Apoyo Rápido (RSF), una milicia paramilitar.
En la región de Darfur, las operaciones paramilitares han provocado la muerte de numerosos civiles pertenecientes al grupo étnico masalit. Las Naciones Unidas y las ONG hablan de un posible genocidio.
El país centroafricano de Chad, clasificado por la ONU como el segundo país menos desarrollado del mundo, ha acogido al mayor número de refugiados sudaneses. Desde el inicio de los combates, más de 484.626 personas han buscado refugio en Chad, y más de 8.000 personas huyeron al país en sólo una semana.
En la región fronteriza de Ouaddai se han creado campamentos oficiales, gestionados por ONG, así como campamentos informales. Sin embargo, la situación sigue siendo crítica, y la falta de agua y alimentos genera tensión entre los refugiados.
Amira Khamis, una mujer de 46 años, testifica sobre la violencia que sufrió a causa de su etnia masalit. Perdió a cinco de sus hijos. En un centro médico de urgencia gestionado por la ONG Médicos Sin Fronteras (MSF), relata las violaciones perpetradas contra mujeres y niñas.
Estados Unidos y otras naciones occidentales han acusado a RSF y sus aliados de crímenes contra la humanidad y limpieza étnica. Según el Armed Conflict Location and Event Data Project, el conflicto ya ha causado la muerte de más de 12.000 personas y casi 7 millones de personas han sido desplazadas.
Los refugiados sudaneses, después de sobrevivir a las atrocidades en su país y a un viaje peligroso, ahora enfrentan la amenaza inminente de la hambruna.. La hambruna amenaza a estas poblaciones que carecen de alimentos y agua, mientras las organizaciones humanitarias luchan por satisfacer sus necesidades.
Los conmovedores testimonios de los refugiados sudaneses en Chad nos recuerdan la situación desesperada en la que se encuentran muchas personas en todo el mundo. No podemos permanecer indiferentes ante este sufrimiento y debemos apoyar las acciones humanitarias para ayudar a estas poblaciones vulnerables.