La expresión artística del passinho, un estilo de danza nacido en las favelas de Río de Janeiro, fue reconocida recientemente como patrimonio cultural inmaterial por los legisladores del estado de Río. Passinho surgió en la década de 2000, diseñado por jóvenes talentosos con movimientos ágiles e inventivos, que se inspiraron en diversos bailes como el breakdance, la samba, la capoeira y el frevo. Estos bailarines innovadores comenzaron creando nuevos pasos en casa, luego los interpretaron en fiestas funk en sus comunidades y los difundieron ampliamente en Internet.
Este estilo de baile se extendió rápidamente a otras favelas, ofreciendo a los jóvenes una nueva vía de expresión y conexión entre barrios a veces controlados por pandillas rivales. Para los jóvenes de las favelas, el passinho representa una oportunidad alternativa a la delincuencia y a los sueños, a menudo irrealizables, de convertirse en una estrella del fútbol. Nayara Costa da Silva, bailarina y directora del grupo Passinho Carioca residente en el complejo de la favela Penha, testimonia el impacto salvador del passinho en su vida, ofreciéndole una vía de escape de un entorno marcado por el narcotráfico.
La declaración del passinho como patrimonio cultural del Estado de Río da testimonio de su valor y de su significativa influencia en la escena artística local. Este reconocimiento institucional subraya no sólo la importancia cultural del passinho, sino también su papel social como vector de emancipación y escape para los jóvenes de las favelas. Bajo el liderazgo de la legisladora Verónica Lima, el passinho encuentra ahora su lugar entre los tesoros culturales de Río, llevando así alto y claro la antorcha de la creatividad y la resiliencia de las comunidades marginadas.
A través del passinho se expresa una forma de rebelión artística, de autoafirmación y de revitalización de la cultura popular en el corazón de las favelas. Este estilo de danza encarna la energía vibrante y burbujeante de la juventud brasileña, ofreciendo un espacio de libertad y creatividad dentro de un contexto socioeconómico a veces sombrío. Al celebrar el passinho como patrimonio cultural inmaterial, Río de Janeiro reconoce la autenticidad y vitalidad de esta expresión artística única, que transmite mensajes de resiliencia, inclusión y esperanza para las generaciones futuras.