Estados Unidos confirma su deseo de mantener relaciones diplomáticas con la junta militar de Níger, a pesar de su condena del golpe de Estado ocurrido a finales de julio. Esto se materializó con la llegada de la embajadora estadounidense, Kathleen FitzGibbon, a Niamey a mediados de agosto. El sábado pasado dio un nuevo paso al entregar copias figuradas de sus credenciales a las autoridades nigerinas, un gesto que fue bien recibido por la junta.
Los medios nigerinos cubrieron y explotaron la ceremonia durante la cual Kathleen FitzGibbon entregó los documentos al ministro de Asuntos Exteriores, Bakary Yaou. Este gesto confirma la instalación del embajador en Níger y se considera una victoria de la junta.
Según la Ministra de Asuntos Exteriores, Kathleen FitzGibbon presentará próximamente sus cartas credenciales al general Tiani, jefe de la junta, que formalizará su nombramiento y acreditación en el poder. A pesar de la legislación estadounidense que prohíbe al gobierno cooperar con los regímenes militares resultantes de un golpe de Estado, el Ministro nigerino considera esta noticia una buena noticia.
Il convient de noter que malgré la condamnation du coup d’État par les États-Unis et la suspension de toute coopération civile et militaire avec la junte, les Américains continuent d’aider l’armée nigérienne dans la lutte contre le terrorisme en survolant régulièrement el territorio. Esta asistencia se explica en parte por los intereses estratégicos de Estados Unidos en Níger, donde cuenta con más de 1.300 soldados y una base armada de drones para vigilar la región del Sahel. La presencia estadounidense en Níger también está influenciada por el general Moussa Salaou Barmou, que fue entrenado por las fuerzas especiales estadounidenses y tiene una influencia considerable en el tema. Sin embargo, esta presencia empieza a ser criticada por una parte de la población nigerina.
Esta confirmación del deseo de Estados Unidos de mantener relaciones diplomáticas con la junta en Níger plantea dudas sobre la coherencia de la política exterior estadounidense frente a los regímenes militares. Si bien Washington condena el golpe, parece favorecer sus intereses estratégicos en la región al mantener una presencia diplomática y militar en Níger. También plantea dudas sobre la eficacia de la condena internacional de los golpes de estado y la influencia real de la presión diplomática sobre los regímenes militares.
Será interesante seguir la evolución de la situación en Níger, así como la reacción de la comunidad internacional ante el deseo de Estados Unidos de mantener relaciones diplomáticas con la junta.