Los ojos del mundo están puestos en Taiwán mientras el pequeño país asiático se prepara para elecciones presidenciales y parlamentarias que tendrán importantes repercusiones más allá de sus fronteras. Situada cerca de un vecino autoritario mucho más grande, Taiwán es un bastión de la democracia que regularmente desafía las ambiciones de la China comunista, que reclama el territorio como parte de su territorio.
Los resultados de estas elecciones serán seguidos de cerca por los líderes comunistas de China, que han expresado abiertamente su oposición al partido político actualmente en el poder en Taiwán. Para China, estas elecciones son una elección entre «guerra y paz, prosperidad y decadencia». Sin embargo, la gran mayoría de los taiwaneses no desean ser gobernados por China y se identifican plenamente como una entidad separada.
El contexto geopolítico en el que se desarrollan estas elecciones es complejo. De hecho, Taiwán es un importante punto de fricción entre China y Estados Unidos, el principal partidario internacional y proveedor de armas de la isla. Las relaciones entre estas dos potencias mundiales han sido tensas durante años y la forma en que China responda a las decisiones tomadas por los votantes taiwaneses este fin de semana será una prueba crucial para las relaciones chino-estadounidenses.
Tres candidatos compiten por suceder a la presidenta Tsai Ing-wen, quien después de ocho años en el cargo no puede volver a postularse debido a los límites de mandato. El favorito en esta reñida contienda es Lai Ching-te, actual vicepresidente del Partido Democrático Progresista (PPD), que defiende firmemente la soberanía de Taiwán y su identidad separada de China. Lai se describió a sí mismo como «un trabajador pragmático por la independencia de Taiwán», una declaración que provocó ira en Beijing y preocupación en Washington. Sin embargo, moderó su postura durante la campaña, prometiendo mantener el «status quo» y ofreciendo colaborar con Beijing «sobre la base de la igualdad y la dignidad». Sin embargo, China rechazó estas ofertas y calificó a Lai de «hacedor de guerra» y «destructor de la paz a través del Estrecho».
El principal rival de Lai es Hou Yu-ih, un ex oficial de policía y popular alcalde de la ciudad de Nuevo Taipei del Kuomintang (KMT), el principal partido de oposición de Taiwán que tradicionalmente aboga por vínculos más estrechos con China. Hou acusa al PPD de provocar a China y aboga por relaciones «pacíficas» con su vecino manteniendo un diálogo abierto y fortaleciendo los vínculos económicos y sociales. También promete fortalecer la defensa de Taiwán.
El tercer candidato, Ko Wen-je, procede del Partido Popular de Taiwán (TPP), que fundó en 2019. El carismático exalcalde de Taipei se presenta como un outsider político.. Su enfoque en cuestiones básicas ha sido particularmente bien recibido por los votantes jóvenes, muchos de los cuales están frustrados por el tradicional duopolio político de Taiwán, así como por los salarios estancados y las viviendas inasequibles.
En lo que respecta a las relaciones con China, Ko aboga por un «camino intermedio», criticando al PPD por su hostilidad y al KMT por su complacencia.
Cualquiera que sea el resultado de estas elecciones, tendrán un impacto significativo en las relaciones internacionales de Taiwán. Si el PPD mantiene el poder para un tercer mandato, sería el primero en la historia democrática de la isla y un fuerte símbolo del fracaso del enfoque belicoso de China hacia Taiwán.
Estados Unidos y otros países occidentales seguirán de cerca la respuesta de China a estas elecciones, que apoyan a Taiwán en su búsqueda de autonomía y reconocimiento internacional. El resultado de estas elecciones también determinará si las tensiones entre China y Estados Unidos se calmarán o aumentarán, y si prevalecerá el diálogo o la confrontación en las relaciones chino-estadounidenses. El mundo está conteniendo la respiración mientras espera ver qué le depara el futuro a Taiwán y a la región asiática en su conjunto.