Fatshimetrie, el cardenal Fridolin Ambongo Besungu ha levantado una voz de alarma sobre la situación de abandono en la ciudad-provincia de Kinshasa. Durante la misa de Pascua, el arzobispo de Kinshasa destacó la falta de interés de las autoridades hacia la capital congoleña. Según sus palabras, Kinshasa se ha convertido en una ciudad abandonada, donde sus habitantes se encuentran solos en un entorno cada vez más deteriorado.
Las preocupantes observaciones del cardenal resaltan la falta de funcionamiento de los servicios municipales, la deficiente gestión de residuos y los constantes embotellamientos que paralizan el tráfico. La movilidad en la ciudad se ha visto seriamente afectada, reflejando el colapso de la organización urbana. En este contexto, el cardenal Ambongo cuestiona la responsabilidad de las autoridades y las consecuencias de su inacción para la población congoleña.
El arzobispo también denuncia la creciente influencia de extranjeros en la economía de Kinshasa, relegando a los ciudadanos locales a un segundo plano en su propio país. Comunidades de indios, paquistaníes y libaneses dominan sectores clave de la economía, explotando a la mano de obra local con impunidad. Esta situación, según el cardenal, es inaceptable y requiere una pronta corrección.
La degradación de la situación en Kinshasa refleja una gobernanza deficiente y la falta de voluntad política para abordar los problemas estructurales de la ciudad. Las promesas incumplidas y los constantes fracasos de las autoridades locales han llevado a una crisis que amenaza el bienestar de los residentes y la estabilidad de la región.
Ante estas preocupantes observaciones, es fundamental que los líderes reaccionen con decisión y tomen medidas concretas para mejorar la situación en Kinshasa. Restaurar la confianza de los ciudadanos en las instituciones y garantizar un futuro mejor para todos los habitantes de la capital congoleña es una prioridad.
En resumen, el discurso del cardenal Ambongo resalta los importantes desafíos que enfrenta Kinshasa. Se destaca la urgencia de implementar medidas coordinadas para abordar estos desafíos y asegurar un futuro próspero para todos los habitantes. Es hora de que las autoridades tomen conciencia de la gravedad de la situación y actúen con determinación para devolver a Kinshasa su brillo y dignidad perdidos.