Fatshimetria
El experimento democrático en Sudáfrica es un tema de gran relevancia, especialmente cuando se conmemoran 30 años de democracia en el Día de la Libertad el 27 de abril. Es esencial examinar de cerca la brecha existente entre la formalidad de la democracia institucional y la realidad de cómo la experimenta la población.
La etimología de la palabra democracia, derivada de los términos griegos «demo» (pueblo) y «kratia» (gobernar), plantea preguntas sobre su interpretación y significado en los diferentes idiomas hablados en Sudáfrica. En su documental «Inkululeko», la socióloga Hlengiwe Ndlovu explora el concepto de libertad y democracia en la nación sudafricana. Cuando se preguntó qué significaba democracia en isiXhosa, los habitantes de la aldea de Duncan en la provincia del Cabo Oriental respondieron que democracia equivale a «inkululeko», que se traduce como libertad.
Esto subraya cómo las barreras lingüísticas a veces pueden limitar la comprensión de la democracia, reduciéndola en ocasiones a un concepto binario sin abarcar su aspecto procesal. En Sudáfrica, la democracia suele asociarse con su capacidad para asegurar el bienestar material de los ciudadanos. Sin embargo, cuando la democracia no cumple con las expectativas en términos de beneficios materiales, ¿surgen dudas sobre la misma democracia?
Datos estadísticos muestran un resurgimiento del desencanto con la democracia en Sudáfrica. Según la encuesta de Afrobarómetro de la Ronda 9 realizada a fines de 2022, el 43% de los sudafricanos respaldan la democracia, lo que representa un aumento de dos puntos porcentuales en comparación con la Ronda 8 completada en 2021. No obstante, esto implica una caída de 11 puntos en comparación con la ronda 7 llevada a cabo en 2018, y una clara disminución con respecto al pico de más del 70% en 2011.
La encuesta también revela que solo el 25,5% de los sudafricanos se sienten algo satisfechos o muy satisfechos con el funcionamiento de la democracia en el país. Esta satisfacción ha experimentado una significativa disminución desde 2018, al reducirse del 42,2% al 25,5%. Asimismo, la Encuesta de Actitudes Sociales de Sudáfrica, realizada por el Consejo de Investigación en Ciencias Humanas (HSRC), indica un declive a largo plazo en el nivel de satisfacción con el desempeño de la democracia en el país.
Sorprendentemente, según el HSRC, la satisfacción con el funcionamiento de la democracia en Sudáfrica ha caído del 62% en 2004 al 26% en 2022.
Paralelamente a esta tendencia, se observa una reducción en la participación electoral, un aumento en el desencanto partidista y el crecimiento de movimientos de protesta. De hecho, de acuerdo con la encuesta del Afrobarómetro de la Ronda 9, el 72% de los sudafricanos están dispuestos a renunciar a las elecciones en favor de un gobierno no electo, pero eficaz, que garantice seguridad, vivienda y empleo. Estos hallazgos reflejan una marcada pérdida de confianza en el entorno político del país.
Sin embargo, los sudafricanos no son apáticos. A veces denominado «la capital de la protesta», el país ha sido testigo de movimientos de protesta que expresan un profundo anhelo de cambio y una determinación de responsabilizar a las autoridades por los problemas que les preocupan, a nivel individual y nacional. En lugar de mostrar apatía, estas protestas reflejan un profundo deseo de cambio y una voluntad de hacer que los actores políticos rindan cuentas.
El descontento y la frustración generales sugieren que los ciudadanos no están conformes con el estado actual de las cosas. La noción del «síndrome del al menos» simboliza esta tendencia a aceptar menos de lo que se merece o se necesita, conformándose con gestos simbólicos o esfuerzos mínimos en lugar de soluciones reales o mejoras sustanciales. Esta noción resalta los riesgos de la complacencia y subraya la importancia de abogar por un progreso auténtico y equitativo.
Los numerosos desafíos socioeconómicos que enfrenta Sudáfrica son, en parte, un reflejo claro del legado del apartheid. Dado que los efectos de este legado son intergeneracionales, sería ingenuo subestimar los significativos avances que ha logrado Sudáfrica en las últimas tres décadas.
No obstante, los sudafricanos merecen y esperan más. Estos avances sustanciales deberían fungir como un trampolín para avanzar, en lugar de ser simplemente hitos congelados en el pasado.
En su esencia, la democracia es un proceso dinámico y una experiencia en constante evolución. En Sudáfrica, los cambios en el comportamiento electoral y en la psique política están teniendo lugar de manera más rápida que la voluntad y la capacidad de los partidos políticos para adaptarse.
Las tendencias negativas en la percepción de la democracia plantean interrogantes sobre su estado actual en Sudáfrica. No obstante, es crucial abordar esta cuestión desde una perspectiva matizada. La reducción del apoyo y la satisfacción no necesariamente significan que los sudafricanos estén dejando de lado la democracia, pero sí pueden indicar su descontento con ciertos aspectos de la gobernanza.
Estas tendencias deben ser analizadas con minuciosidad para resaltar las brechas y desafíos, al mismo tiempo que se identifican oportunidades para reavivar la democracia en Sudáfrica y satisfacer las expectativas y aspiraciones de los ciudadanos.
La democracia no debe permanecer como un ideal abstracto, sino que debe traducirse en una realidad tangible que cumpla con las necesidades y expectativas del pueblo sudafricano. A través del diálogo abierto, de la participación ciudadana activa y del deseo colectivo de construir un futuro mejor, es como se podrá fortalecer y renovar el entramado democrático, ofreciendo así a las generaciones presentes y futuras los cimientos de una sociedad democrática e inclusiva.