Fatshimetria
La tragedia ha azotado a Kenia, dejando al menos cincuenta personas sin vida después de que una presa se rompiera al norte de Nairobi. Una noche desastrosa en el pueblo de Maï Mahiu, situado en el condado de Nakuru, fue escenario del colapso del dique, arrasando todo a su paso bajo el ímpetu de las lluvias torrenciales que cayeron sin piedad.
El desastre que siguió sumió a Ngueiya, una aldea río abajo de la presa, en un estado de caos y luto. Las casas no resistieron la fuerza devastadora del barro hirviendo, llevándose consigo los sueños y la vida de muchos habitantes. Los equipos de rescate, abrumados pero decididos, recorrieron el terreno devastado, extrayendo cuerpos del barro, sin más esperanzas de encontrar supervivientes.
Desafortunadamente, este horrible episodio no es un caso aislado en la historia reciente del condado de Nakuru. Ya en 2018, la presa de Solait se derrumbó bajo la presión de lluvias torrenciales, provocando la muerte de casi medio centenar de personas en circunstancias similares. Estas tragedias recurrentes resaltan la vulnerabilidad de la infraestructura a los caprichos de la naturaleza y la necesidad imperativa de un monitoreo constante y un mantenimiento adecuado.
Ante este nuevo desastre, el Ministro del Interior anunció una inspección de emergencia de todas las presas del país, en un esfuerzo desesperado por evitar más pérdidas humanas. Las incesantes lluvias y la amenaza de violentas tormentas pesan como una espada de Damocles sobre la población, obligando a las autoridades a posponer una semana el inicio del curso escolar para garantizar la seguridad de los niños.
Más allá de la tragedia humana, este nuevo desastre plantea cuestiones esenciales sobre la gestión de los recursos hidráulicos y la planificación urbana en Kenia. Se deben aprender lecciones de estos eventos para fortalecer la resiliencia de las comunidades y garantizar la seguridad de todos frente a los caprichos de la naturaleza furiosa.
Mientras tanto, Kenia llora a sus muertos, sacudida por una nueva prueba que nos recuerda la fragilidad de la vida y la urgencia de actuar para evitar nuevas tragedias. A través de estas pruebas, la unidad y la solidaridad de los kenianos se revelan como el remedio ante la adversidad, ofreciendo una esperanza frágil pero preciosa en la oscuridad de la noche.