La elección de la ubicación de una institución académica no se limita simplemente a la conveniencia o la estética. También puede resaltar cuestiones políticas e históricas profundas que plantean preguntas esenciales sobre el papel de esta institución en la sociedad. El ejemplo de la Universidad Hebrea de Jerusalén es un caso de libro de texto de estas cuestiones complejas y espinosas.
La ceremonia organizada por la Universidad Hebrea en 1967 en el Monte Scopus, poco después de la invasión israelí de Jerusalén Este, revela cómo esta institución se encontró en el corazón de la ocupación israelí. Al otorgar doctorados honorarios al Jefe de Estado Mayor Yitzhak Rabin y recibir la «Condecoración de la Guerra de los Seis Días» del comandante militar del Monte Scopus, la universidad implícitamente validó la política de expansión territorial y colonización judía liderada por Israel.
La estrecha relación entre la Universidad Hebrea y el gobierno israelí plantea cuestiones fundamentales sobre la independencia de la institución académica del poder político. Al participar activamente en la política de «judaización» promovida por los dirigentes israelíes, la universidad ha tomado partido de facto en el conflicto palestino-israelí y ha contribuido a legitimar las políticas de colonización y ocupación llevadas a cabo por Israel.
La historia de la Universidad Hebrea pone de relieve los dilemas éticos y morales que enfrentan las instituciones académicas que operan en zonas de conflicto. ¿Deberían permanecer neutrales y apolíticos, o deberían participar activamente en la promoción de la justicia y los derechos humanos, incluso a riesgo de comprometer su relación con las autoridades políticas y militares?
En última instancia, la Universidad Hebrea y otras instituciones académicas ubicadas en zonas de conflicto deben plantearse preguntas difíciles sobre su papel y responsabilidad en la promoción de la paz y la justicia. Al optar por asociarse estrechamente con el poder político y militar, estas instituciones corren el riesgo de perder su legitimidad ante los ojos de la comunidad internacional y comprometer su misión educativa e intelectual fundamental. Por lo tanto, es esencial que estas instituciones permanezcan vigilantes y critiquen las políticas y acciones que contravienen los principios fundamentales de justicia y respeto de los derechos humanos.
Para obtener más información, consulta el artículo sobre la Universidad Hebrea de Jerusalén en The Mail & Guardian.
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