En los turbulentos pasillos políticos de la UDPS en Kinshasa, una emoción sin precedentes sacude el escenario mientras está en juego la sucesión de Gentiny Ngobila. Una plétora de contendientes se agolpa a las puertas del Ayuntamiento de la capital, cada uno de ellos afirmando ser la elección informada de la autoridad moral. de la fiesta.
En las redes sociales, la agitación está alcanzando niveles máximos a medida que los candidatos compiten para afirmar su legitimidad para dirigir Kinshasa y luchar contra los males que la corroen. Pero más allá de los encendidos discursos y las grandiosas promesas, está en marcha una nueva dinámica.
Las redes sociales se hacen eco de las crecientes tensiones, con comunicados de prensa incendiarios y ultimátums lanzados por todas partes. La cuestión de la afiliación al partido se vuelve central: algunos cuestionan la necesidad de poseer la tarjeta del partido para ser considerado miembro activo, mientras que otros invocan viejos lazos familiares para reclamar su membresía.
Mientras algunos se pierden en los vericuetos de las disputas internas, otros candidatos más discretos avanzan sus peones detrás de escena. Observan la agitación con indiferencia, convencidos de que el juego ya está jugado a su favor.
Esta carrera por la alcaldía de Kinshasa revela los defectos de la UDPS, este partido que alguna vez fue un símbolo de la lucha por la democracia y el Estado de derecho. En cinco años en el poder, parece haber perdido su esplendor, lo que sugiere excesos autoritarios y contradicciones internas.
En medio de este tumulto político, quienes aspiran a liderar la capital se preparan en la sombra, conscientes de que la verdadera batalla se librará lejos de los focos y de la agitación mediática. Para ellos, la búsqueda del poder no se reduce a discursos encendidos, sino a una estrategia fina y discreta, lejos de las turbulencias de la escena pública.