En el corazón de la conflictiva región de Darfur, el espectro de la violencia ha vuelto a golpear, sumiendo a los residentes de El Fasher en una pesadilla inimaginable. Mientras los enfrentamientos entre las Fuerzas Armadas Sudanesas y las Fuerzas de Apoyo Rápido se intensifican, la población civil paga un precio trágico, dejando tras de sí un rastro de muerte y destrucción.
Las cifras son abrumadoras: al menos 58 civiles han perdido la vida y otros 213 han resultado heridos en El Fasher desde la brutal escalada de los combates la semana pasada. Y, sin embargo, estas cifras son sólo la punta del iceberg, como señaló Ravina Shamdasani, portavoz de la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos.
El Alto Comisionado para los Derechos Humanos, Volker Turk, expresó su consternación por la situación que se desarrolla ante nuestros ojos, instando a las partes en conflicto a dejar de lado sus diferencias y tomar medidas concretas para cesar las hostilidades y proteger eficazmente a los civiles. Los ya precarios residentes de El Fasher se encuentran atrapados en una espiral de violencia despiadada, con hambrunas, enfermedades y combates acercándose, sin un final a la vista.
La comunidad internacional está conteniendo la respiración mientras miles de vidas penden de un hilo. Las Naciones Unidas han hecho un llamamiento urgente a las partes en conflicto para que permitan la entrega de ayuda humanitaria vital, destacando el riesgo real de una hambruna generalizada y una pérdida masiva de vidas si se produce. No se toman medidas urgentes.
Este conflicto, que estalló en abril de 2023, adquirió rápidamente proporciones preocupantes, se extendió por todo el país y golpeó duramente a una región azotada por tensiones incesantes desde hace años. El pueblo de Darfur y de otros lugares de Sudán se enfrenta a un futuro incierto, marcado por el terror y la miseria.
En este contexto desesperado, la comunidad internacional debe actuar con urgencia para salvar vidas y llevar una apariencia de esperanza a una población abandonada a su suerte. Los desafíos son inmensos, pero la urgencia de la situación exige una solidaridad inquebrantable y acciones concretas para poner fin a esta tragedia que se desarrolla ante nuestros ojos.
El tiempo se acaba y cada día que pasa sin que se tomen medidas decisivas se profundiza el sufrimiento de las personas inocentes atrapadas en este conflicto mortal. Es nuestro deber, como miembros de la comunidad mundial, no mirar hacia otro lado y hacer todo lo que esté a nuestro alcance para poner fin a esta espiral de violencia y desesperación que está consumiendo a Darfur.