El dinero en la política: entre democracia y corrupción

En el complejo mundo de la política, el papel del dinero plantea serias dudas y plantea cuestiones fundamentales para la democracia. El conocido dicho de “sigue el dinero” resuena particularmente cuando se trata de analizar las ramificaciones de las finanzas en la política. La cuestión del lugar del dinero en las esferas de poder constituye un desafío importante para muchos países, tanto democráticos como menos democráticos, en el continente africano y más allá.

Lamentablemente, la expresión «el dinero habla» parece encontrar una resonancia demasiado frecuente en los misterios de la política africana, pero también en otras regiones del mundo, como los Estados Unidos. De hecho, la Corte Suprema de Estados Unidos emitió un fallo histórico en el caso Citizens United vs. Federal Election Commission (2010), estableciendo que el dinero puede considerarse una forma de discurso y expresión política.

Mirando retrospectivamente esta importante decisión, resulta apropiado explorar los fundamentos y la lógica que gobernaron este desarrollo irreversible. En 1976, en el caso Buckley vs. Valeo, la Corte Suprema ya había establecido que gastar dinero en campañas políticas entraba dentro de la libertad de expresión protegida por la Primera Enmienda de la Constitución estadounidense. Este precedente dio lugar a la noción de «dinero como discurso», argumentando que limitar el gasto de campaña obstaculizaría la capacidad de los candidatos para expresar su mensaje y participar en el discurso político.

Según eminentes filósofos como Aristóteles, Platón y John Locke, la política es una actividad virtuosa, una forma noble de arte y expresión, estrechamente vinculada a la gobernanza de una sociedad, al arte de gobernar un Estado y a la construcción de una nación. El objetivo final de la política es lograr el bien común, establecer la justicia, proteger los derechos naturales, realizar una sociedad ideal y mantener la estabilidad.

Así, para hacer realidad esta visión de los grandes pensadores, la política debe ser incorruptible en todas sus formas y apariencias. Desafortunadamente, el flujo no regulado de dinero hacia la esfera política fomenta la corrupción y el soborno dentro de cualquier sistema de gobierno.

El caso Ciudadanos Unidos contra la Comisión Federal Electoral marcó un punto de inflexión en la ley electoral estadounidense. La Corte Suprema ha afirmado que el dinero puede considerarse una forma de expresión en política y ha otorgado a las corporaciones y sindicatos los derechos de la Primera Enmienda, incluida la libertad de expresión y de opinión política. El gobierno no puede restringir el gasto político de las corporaciones y los sindicatos, ya que esto constituiría una forma de censura.

Sin embargo, esta decisión fortalece la influencia del dinero en la política y mantiene el status quo donde las corporaciones son las principales beneficiarias del proceso político, en detrimento del hombre común.. Este sistema sólo amplifica las voces de los ricos y socava el proceso democrático.

A pocos días de las elecciones en Sudáfrica, un país con una de las leyes de financiación de campañas más estrictas del continente, el debate es acalorado. La Ley de Financiación de Partidos Políticos, promulgada en 2021, exige que los partidos políticos revelen las donaciones superiores a 100.000 rands. Sin embargo, la Ley de Enmienda de Asuntos Electorales, firmada por el presidente Cyril Ramaphosa justo antes de las elecciones del 29 de mayo, corre el riesgo de comprometer este marco legislativo.

La Enmienda de Asuntos Electorales modifica la Ley de Financiamiento de los Partidos Políticos para permitir que candidatos independientes se postulen para cargos públicos y tengan acceso al Fondo para la Democracia Multipartidista. A primera vista, esta medida podría parecer progresista y justa para todos los candidatos.

Sin embargo, en realidad, elimina los límites de donación al eliminar la cláusula que fijaba un límite anual de 15 millones de rands para las donaciones de un único donante y el límite de 100.000 rands para informar de las donaciones a la Comisión Electoral del Sur de África.

Esta situación es el equivalente en Sudáfrica del asunto Ciudadanos Unidos, y presenta al país un dilema crucial entre incorporar la corrupción impulsada por el dinero a su sistema político o preservar la integridad democrática.

Para garantizar la salud de la democracia, es imperativo encontrar un equilibrio entre la libertad financiera de expresión en la política y la necesidad de preservar los fundamentos éticos de la gobernanza. Hay mucho en juego y las decisiones que se adopten tendrán consecuencias duraderas en la transparencia, la equidad y la legitimidad de los procesos políticos.

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