El territorio de Beni, en la provincia de Kivu del Norte, volvió a ser escenario de ataques mortales perpetrados por los rebeldes de las ADF. Desde el martes 4 de mayo hasta el viernes 7 de mayo, más de 72 personas perdieron la vida en aldeas del grupo Baswagha-Madiwe. Estos actos de violencia han sembrado el terror entre las poblaciones locales, obligadas a huir en busca de seguridad.
Las conmovedoras historias de jóvenes voluntarios de Cantine y Mabalako, acompañados por las fuerzas de seguridad, dan testimonio de la brutalidad de estos ataques. El macabro saldo incluye el descubrimiento de 42 cadáveres de civiles asesinados en Masala, así como de otras 30 víctimas en Masau, Mununze, Kabweke y Manlese. Además de las vidas humanas, los rebeldes también saquearon bienes materiales, en particular se apoderaron de 25 motocicletas y quemaron varias casas.
El horror de los acontecimientos obligó a muchos residentes a abandonar sus hogares para buscar refugio en Kyatsaba, Beni o Mabalako, donde el Hospital General de Referencia se desmorona bajo la afluencia de heridos. Ante esta crisis humanitaria, las fuerzas armadas han reforzado su presencia en la región, ofreciendo una apariencia de seguridad a las poblaciones vulnerables que permanecen allí.
Desde principios de mayo, la sociedad civil de Beni ha contabilizado nada menos que 123 civiles muertos durante ataques atribuidos a los rebeldes de las ADF. Las aldeas de Bapakombe-Pendekali, Mangina, Mantumbi, Kudukudu, Kalmango y Beu-Manyama fueron escenario de una violencia sin precedentes, que sumió a la región en un clima de miedo e incertidumbre.
Ante esta tragedia recurrente, es imperativo que se tomen medidas a largo plazo para garantizar la seguridad de los habitantes de Beni y poner fin a la impunidad de los grupos armados. La población de esta región devastada merece vivir en paz y seguridad, lejos de la violencia incesante que arruina su vida cotidiana.