Fatshimetry: Un grito de angustia por la desnutrición infantil en Gaza
Entre los escombros de la guerra en Gaza emerge un retrato desgarrador de la angustia humana: el de Younis, un niño palestino de 9 años, debilitado por la desnutrición y la deshidratación. Tumbado en un colchón verde en el Hospital Nasser en el sur de Gaza, Younis descansa en los brazos de su madre, su frágil cuerpo traiciona la crueldad del hambre y la guerra.
Expulsada de Rafah por los ataques israelíes, la familia de Younis lucha ahora por sobrevivir a lo largo de la contaminada costa de Asda’a, al borde de la hambruna. La pandemia de desnutrición que azota a Gaza se ve exacerbada por el asedio israelí que obstaculiza la entrega de ayuda humanitaria, dejando a los niños morir de hambre por falta de atención.
Los médicos, abrumados por la magnitud de la crisis, se ven obligados a rechazar a los niños que sufren desnutrición aguda, mientras que el sistema de salud hecho jirones ya no es capaz de responder a la emergencia. Estimaciones recientes del IPC predicen una hambruna inminente para casi toda la población de Gaza, lo que aumenta la desesperación ya palpable en los superpoblados campos de refugiados.
El bloqueo israelí, la escasez de agua y los escombros dejados por los bombardeos han convertido a Gaza en una trampa mortal para miles de niños. Las conmovedoras imágenes de colas interminables buscando un poco de agua potable se mezclan con las de madres indefensas ante la lenta agonía de sus hijos hambrientos.
La comunidad internacional, testigo de este drama humanitario, permanece en silencio ante la tragedia que se desarrolla ante nuestros ojos. La emergencia es absoluta, de ella depende la vida de miles de niños. Es más imperativo que nunca actuar para poner fin a esta espiral de sufrimiento que condena a familias enteras al hambre y a la muerte.
La desnutrición infantil en Gaza no es sólo el resultado del conflicto armado, es el símbolo de una injusticia flagrante que ha persistido durante décadas. Es nuestro deber, como seres humanos conscientes y unidos, hacer oír nuestra voz y exigir responsabilidades a quienes infligen este sufrimiento indescriptible a una población que ya está marcada por la guerra.
Gaza ya no puede esperar, cada día que pasa significa una vida perdida, una esperanza destrozada y una menor posibilidad de supervivencia para estos niños inocentes. Es hora de decir no a la indiferencia, alzar las voces de los oprimidos y exigir justicia para las víctimas de la desnutrición en Gaza. El mundo está mirando, es hora de actuar.