En un mundo donde el acceso a suficientes alimentos sigue siendo un gran desafío para cientos de millones de personas, la reciente publicación del informe El estado de la seguridad alimentaria y la nutrición en el mundo (SOFI) destaca una situación preocupante. En 2023, alrededor de 733 millones de personas padecían hambre, es decir, una de cada once personas en el mundo y una de cada cinco en África, y esta cifra aumenta constantemente en este continente.
El informe revela que casi 2.330 millones de personas en todo el mundo se enfrentaron a inseguridad alimentaria moderada o grave en 2023, una cifra que no ha experimentado cambios significativos desde la crisis de 2020, en plena pandemia de Covid-19. A pesar de los avances en algunas áreas, el hambre persiste en regiones plagadas de conflictos crónicos, como Sudán y la Franja de Gaza, donde la situación se ha deteriorado significativamente.
Si las tendencias actuales continúan, se estima que 582 millones de personas sufrirán desnutrición crónica en 2030, la mitad de ellas en África. David Laborde, director de economía agroalimentaria de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), subraya que resolver este problema es una elección política y también depende del nivel de inversión que se haga para remediarlo.
Señala que el planeta produce suficientes alimentos para satisfacer las necesidades de todos y que técnicamente es posible resolver el hambre para 2030. Sin embargo, la inseguridad alimentaria y la malnutrición están empeorando debido a una combinación de factores como la persistente inflación de los precios de los alimentos, los conflictos y el cambio climático. y crisis económicas. Estos factores, combinados con cuestiones subyacentes como dietas inasequibles, entornos alimentarios insalubres y desigualdades persistentes, amplifican los efectos adversos sobre la seguridad alimentaria mundial.
Para alcanzar el Objetivo de Desarrollo Sostenible del Hambre Cero, se necesita un enfoque multifacético e intervenciones específicas. Esto implica transformar y fortalecer los sistemas agroalimentarios, abordar las desigualdades y garantizar dietas saludables, asequibles y accesibles para todos. Las agencias de la ONU están pidiendo una financiación mayor y más eficaz, con una definición clara y estandarizada de financiación para la seguridad alimentaria y la nutrición.
De hecho, la crisis del hambre no sólo tiene un impacto inmediato, sino que deja consecuencias duraderas en la salud y el bienestar de las personas, comprometiendo así el desarrollo a largo plazo de las naciones. Es imperativo que se adopten medidas concretas para contrarrestar este flagelo mundial y garantizar un futuro nutrido y próspero para todos.