Fatshimetry, una inquietante inmersión en el corazón del Centro Penitenciario y de Reeducación de Kinshasa (CPRK), en Makala
En el corazón de la bulliciosa ciudad de Kinshasa, se alza una realidad oscura y preocupante: el Centro Penitenciario y de Reeducación de Kinshasa (CPRK), comúnmente conocido como prisión central de Makala. Las recientes revelaciones del periodista Stanis Bujakera Tshiamala han puesto de relieve las insoportables condiciones de vida dentro de esta institución penitenciaria. Las inquietantes imágenes documentadas durante su detención actuaron como una cruda revelación de la tragedia humana que se desarrolla detrás de los muros de esta prisión.
La superposición de cuerpos, asfixiados en una promiscuidad insoportable, atestigua la superpoblación crónica que aqueja a la República Popular Democrática de Corea. Las frecuentes muertes por asfixia y enfermedades revelan la urgencia de la situación. Las deplorables condiciones sanitarias exponen a los detenidos a constantes riesgos para su salud. Dormir encaramados en letrinas, comer comidas miserables servidas una vez al día, luchar por acceder al agua potable, vivir sin privacidad ni dignidad, son los males que padecen quienes se hundieron en el infierno carcelario de Makala.
Ante esta tragedia humana, el paso del Ministro de Estado, Ministro de Justicia y Guardián de los Sellos, Constant Mutamba, al PCRK, reveló una conciencia saludable. Las medidas anunciadas, aunque tardías, finalmente parecen reconocer la urgencia de actuar. Rehabilitar la infraestructura sanitaria y liberar a los detenidos inapropiados son primeros pasos vitales para mejorar las condiciones de detención. El compromiso de vaciar los locales de menores privados de libertad pone de relieve un paso adelante hacia una atención más humana a esta población vulnerable.
Sin embargo, más allá de las promesas y anuncios oficiales, la pregunta sigue siendo: ¿cómo llegamos hasta aquí? La prisión de Makala, diseñada para albergar a 1.500 reclusos, se está desmoronando bajo el peso de más de 15.000 almas. Esta superpoblación endémica refleja un sistema penitenciario fallido, plagado de corrupción, injusticia e indiferencia. La misión de rehabilitación y reintegración de los presos, aunque fundamental, parece haber quedado relegada a un segundo plano, dando paso a una lógica de simple encierro y castigo.
El conmovedor informe de Stanis Bujakera Tshiamala nos enfrenta a una realidad brutal, una angustia humana extrema que no podemos ignorar. Nos desafía sobre nuestra responsabilidad colectiva de reformar un sistema penitenciario deshumanizado, reafirmar los derechos fundamentales de los presos y restaurar una apariencia de dignidad entre los muros de Makala. Toda la sociedad congoleña debe movilizarse para que la prisión deje de ser un infierno y vuelva a ser un lugar de esperanza, de rehabilitación y de justicia para todos aquellos que permanecen allí, aunque sea temporalmente.