En el corazón de los estados de Zamfara, Sokoto y Níger, una ola de alivio y celebración inunda las calles y pueblos. La reciente desaparición del formidable líder de la pandilla, Halilu Sububu, asesinado a tiros por las fuerzas armadas nigerianas, sigue siendo el centro de las discusiones dos semanas después de los acontecimientos. Este resultado marca un punto de inflexión decisivo para los habitantes de estas regiones, antes presas del terror y la inseguridad.
Halilu Sububu, cuyo verdadero nombre era Halilu Jammare, había sembrado el terror y el caos en los estados afectados, pero también en toda Nigeria. De ascendencia mestiza, de madre nigeriana y padre de Jajjaye, cerca de Sububu, en el estado de Zamfara, se había ganado fama de proveedor de armas a grupos terroristas que operaban en la región del Sahel, desde Mali a Senegal, pasando por Níger y Burkina Faso. Su notoriedad se basó en su participación en el contrabando de armas y la minería ilegal, alimentando una red de violencia y criminalidad a gran escala.
El reinado de terror orquestado por el líder de esta pandilla ha dejado profundas cicatrices en la memoria de las poblaciones locales. Sus audaces ataques, como el asalto a una base militar en Katsina en 2021, han provocado una pérdida generalizada de vidas entre los soldados. Regiones enteras quedaron a merced de su crueldad, salvaje y despiadada. Su imperio criminal se extendió desde los bosques de Sububu hasta las fronteras de Níger, donde se refugió tras sus abusos en Nigeria. Sus operaciones mineras clandestinas en Bagega y sus alrededores fueron una fuente de ganancias colosales, a expensas de las comunidades locales tomadas como rehenes.
Los aldeanos vivían con miedo y angustia, enfrentando cada día la amenaza inminente de las pandillas de Sububu. Campesinos, padres, niños, todos estaban bajo la influencia de este terror omnipresente. La crueldad y brutalidad del líder de esta banda se había convertido en el día a día de los habitantes, obligándolos a vivir en la oscuridad de su tiranía.
Sin embargo, la muerte de Sububu en una atrevida emboscada el 12 de septiembre de 2024 en la comunidad de Kwaren Kirya, gobierno local de Maru en el estado de Zamfara, marcó un importante punto de inflexión en la lucha contra el terrorismo y el crimen en la región. Las fuerzas armadas lograron neutralizar al cabecilla y a 38 de sus secuaces, poniendo así fin a una era de terror.
Las recuperaciones de armas y municiones durante esta operación resaltaron la escala de las actividades criminales de Sububu. Las armas de asalto AK-47, ametralladoras PKT, municiones y cargadores incautados dan testimonio del arsenal de que dispone esta red criminal, dispuesta a sembrar el caos en cualquier momento.
La desaparición de Sububu provocó escenas de júbilo y alegría en las calles y pueblos.