En el mundo complejo e interconectado de hoy, las tragedias y los actos de violencia sólo resaltan las tensiones y problemas subyacentes entre las naciones. El horrendo asesinato de un escolar japonés en China provocó recientemente una ola de indignación y preguntas sobre el ascenso del nacionalismo extremo en el país. El evento reavivó el debate sobre la complicada relación entre las dos economías más grandes de Asia, una relación moldeada por su historia en tiempos de guerra y las cambiantes dinámicas de poder debido al ascenso de China.
El niño de 10 años, nacido de padre japonés y madre china, fue apuñalado mortalmente cuando se dirigía a la escuela por un hombre en la ciudad sureña de Shenzhen. Este ataque, que se suma a una serie de crímenes violentos contra niños japoneses y extranjeros en China en los últimos meses, ha provocado una reflexión urgente en la sociedad china sobre el papel de la propaganda nacionalista y la xenofobia en estos actos.
Algunos residentes de Shenzhen y comentaristas en línea han señalado el papel de la retórica nacionalista y antijaponesa que podría alimentar estos ataques. Expresaron su tristeza, su indignación y su vergüenza ante la violencia que consideran resultado de una educación que inculca el odio desde muy pequeños.
Este clima de tensión también ha repercutido en la comunidad japonesa en China, con empresas japonesas ofreciéndose a repatriar a sus empleados y sus familias. Esta situación corre el riesgo de socavar los esfuerzos de Beijing para atraer más inversiones japonesas a China, ya que el país enfrenta una fuga de capital extranjero debido a su precaria situación económica.
Las relaciones chino-japonesas han estado marcadas durante mucho tiempo por disputas históricas, alimentadas por dolorosos recuerdos de la invasión y ocupación japonesa durante la Segunda Guerra Mundial. Esta animosidad se ve exacerbada por las disputas territoriales en el Mar de China Oriental y las tensiones geopolíticas, que alimentan el resentimiento en ambas partes.
El nacionalismo en China, reforzado por la educación patriótica y los constantes recordatorios de las humillaciones que sufrió el país en el pasado, ha alcanzado un nivel preocupante. El reciente ataque al joven japonés, ocurrido en el aniversario de la invasión japonesa del noreste de China, ha aumentado las tensiones y reforzado las sospechas de motivos de odio.
Se han alzado voces chinas que viven en Japón para condenar el ataque y pedir una reflexión sobre las causas fundamentales de este nacionalismo agresivo. Denuncian una educación basada en el odio y una percepción errónea de Japón, al tiempo que critican las políticas del gobierno chino que alimentan este clima nocivo..
A pesar de las negaciones oficiales de Beijing de la existencia de una «educación antijaponesa» en China, el aumento del nacionalismo y el discurso de odio en línea debe tomarse en serio. Las redes sociales chinas, fuertemente censuradas, se han convertido en plataformas para un discurso ultranacionalista y antijaponés que puede influir en la opinión pública y alimentar las tensiones internacionales.
En este contexto ya de por sí frágil, es crucial fomentar el diálogo, la comprensión mutua y el respeto entre los pueblos y las naciones. Sólo la tolerancia, la educación para respetar a los demás y la promoción de valores universales pueden contrarrestar los excesos del nacionalismo y la xenofobia. Es nuestra responsabilidad colectiva garantizar que la tragedia que sufrió este joven no se utilice indebidamente para avivar las llamas del odio, sino más bien para recordarnos la importancia de la paz, el diálogo y la cooperación entre las naciones.