En el mundo económico actual, el enfoque de las políticas tributarias y su impacto en la prosperidad de un país son temas de constante debate y reflexión. Dado que muchos países han pasado exitosamente de la condición de países de bajos ingresos a los de ingresos medios o altos en las últimas décadas, es interesante analizar las estrategias adoptadas y las lecciones que se pueden aprender.
El ilustre Sir Winston Churchill ya había destacado la ineficacia de los impuestos excesivos como único medio de recuperación económica. Su metáfora del “hombre parado en un cubo y tratando de levantarse por el asa” todavía suena cierta hoy. De hecho, la historia económica de países como China, los Emiratos Árabes Unidos, Qatar y Corea del Sur demuestra que la prosperidad a menudo se ha logrado reduciendo impuestos y obstáculos fiscales.
Tomemos el ejemplo de China bajo el ilustrado liderazgo de Deng Xiaoping. En 1978, la creación de zonas económicas especiales como Shenzhen atrajo enormes inversiones extranjeras y ayudó a impulsar la economía de China a grandes alturas. Otros países han seguido trayectorias similares, enfatizando la necesidad de reducir el gasto público ineficiente y reasignar fondos hacia sectores clave como la salud, la infraestructura de transporte, la educación y el bienestar general de la población.
El sorprendente ejemplo de Argentina, bajo la presidencia de Javier Milei, resalta el potencial transformador de reformas tan audaces. Al adoptar medidas radicales como la devaluación de la moneda, recortar los subsidios públicos y racionalizar los ministerios, Argentina logró pasar de un enorme déficit presupuestario a un gran superávit en tan sólo unos meses. Este enfoque, aunque inicialmente doloroso, ayudó a mitigar la inflación y estabilizar la economía del país.
Sin embargo, es crucial enfatizar que tales políticas deben implementarse con cautela y con miras a la justicia social. Los efectos a corto plazo pueden ser difíciles para una población que ya está debilitada por la pobreza y la desigualdad. Esta es la razón por la que la reforma tributaria debe ir acompañada de medidas complementarias destinadas a apoyar a los más vulnerables y garantizar que los frutos de la prosperidad se compartan equitativamente.
En última instancia, la lección es que la prosperidad de un país no puede imponerse mediante impuestos excesivos, sino mediante políticas económicas sólidas que promuevan el crecimiento, la inversión y la innovación. Es hora de que los responsables de la formulación de políticas adopten medidas audaces y visionarias para liberar el potencial de sus países y brindar a sus pueblos un futuro más prometedor y próspero.